En Ibiza y Formentera ya huele a verano

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Jimena L. Ansótegui
Jimena L. Ansótegui
Periodista. Directora comercial de Diario de Ibiza

Estamos en mayo pero ya no tengo ganas de ponerme botas, saco las sandalias y si un día sale el sol el vestido veraniego y si se levanta un poco más nublado, ese día voy a la caja de la ropa de verano y me busco un pantalón de esos fresquitos, que el vaquero ya me da pereza.

Así, empiezo a mezclar en el armario jerséis de lana con chaquetillas caladas. Veo a personas abrigadas hasta arriba y a otras con chanclas y bañador. En casa ya he quitado las alfombras, que solo verlas me entran los calores de agosto. Ahora toca pintar las paredes exteriores, comprar una sombrilla nueva, dejar el jardín bonito, volver a colgar los adornos de colores, buscar un sitio para la hamaca y desempolvar las sillas y los cojines de la terraza.

Cuánto trabajo se acumula con la llegada del verano. Pero qué ganas que entran de hacerlo todo cuando ves a los turistas tan bien vestidos y con tanta ilusión y dinero por gastar.

«sentir la felicidad de los que me rodean y disfrutar del paisaje me hace sentirme plena y afortunada por vivir en las Pitiüses»

Entran ganas de ir de compras, de restaurante, de cambiar el vestuario por completo y de tener la casa tan blanca y reluciente como las que se ven en los catálogos de venta y alquiler inmobiliario.

En realidad, ni tan blancas las paredes, ni tan nuevo y variado mi vestuario como el de ellos, eso sí, el perfume a verano no me lo quito hasta Navidad.
Paseo por las calles del puerto de Ibiza llenas de turistas, de terrazas y de escaparates y siento el verano ya aquí.

En Formentera, sin ser el mogollón de los meses de julio y agosto, también huele a verano. El otro día lo comprobé. A primera hora de la mañana el ferry se llena de gente sonriente y con ganas de pasarlo bien. «Así, sí que da gusto trabajar» pensé para mí mientras viajaba a la pitiusa menor. Subimos al barco y nos sentamos a mirar tras el cristal mientras charlábamos. Realmente me apetecía quitarme los tacones y salir al exterior del barco a sentir la brisa del mar mientras se alejaba de la costa. Pero no era el momento así que lo apunté en la libreta de tareas pendientes.

Estamos en mayo pero aquí se respiran las vacaciones de verano. Me quedan lejos pero no me importa. Sentir la felicidad de los que me rodean y disfrutar del paisaje me hace sentirme plena y afortunada por vivir en las Pitiüses.

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