Las semillas de Adlib

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Diana Blesa
Diana Blesa
Periodista. Redactora de especiales de Diario de Ibiza.

Las almas de la Moda Adlib en estos 45 años de historia han sido los diseñadores, por supuesto, pero a su lado han ido empresarios, políticos, artistas o simplemente amantes de la moda que han luchado por convertir el sueño en realidad. Son muchos los rostros que han intervenido en estas cuatro décadas y media n la confección de este estilo de moda, los que han vivido las subidas y bajadas de un concepto que sigue muy vivo a día de hoy.

‘Moda del Mediterráneo’ y ‘de la isla blanca’ fueron algunos nombres que se barajaron antes de ‘Adlib’

Impactantes diseños en la pasarela de 1972.
Impactantes diseños en la pasarela de 1972.

Hablar de Moda Adlib es hablar de la princesa Smilja Mihailovitcht.«Observo un movimiento en Ibiza que habría que aprovechar», afirmó la yugoslava a su amigo el empresario José Colomar, por entonces vicepresidente de Fomento del Turismo, refiriéndose al estilo de ropa que encontraba en las boutiques. Y allí empezó todo.

Un nombre… Había que buscar un nombre adecuado para reflejar aquel estilo de moda. Se habló de ‘moda del Mediterráneo’, pero no convenció. ‘Moda de la isla blanca’. Tampoco. «Dejamos pasar un tiempo para pensar, y en la siguiente reunión propuse hablar de Moda Ad Libitum, Adlib. Ad Libitum significa libertad total, y precisamente esto era lo que estaba ocurriendo en la isla —recuerda José Colomar—. Empezaba el nudismo, las mujeres empezaban a mostrar su belleza…». Todos aceptaron. Y ahí quedó acuñado el sello.

Modelo Adlib en 1971.
Modelo Adlib en 1971.

Reuniones, presentación del proyecto a Fomento del Turismo y unión entre políticos, sastres, empresarios y la prensa. Para convertir en realidad ese sueño e inaugurar la I Semana de la Moda Internacional de la Moda en Ibiza hubo mucha voluntad, «toda la isla se involucró», asegura José Colomar. Su esposa Olive Moody, que incluso llegó a participar como modelo en los inicios, afirma: «Nosotros vivimos el sueño. En aquella Ibiza había mucha lealtad, afección y amistad. No había envidia, que es el gran problema de hoy en día».

La forma de la pasarela Adlib fue trazándose poco a poco. José Colomar recuerda orgulloso: «Juan Verdera —el entonces propietario de Diario de Ibiza— y yo fuimos a ver a Esteban Bassols, Director General de Promoción del Turismo, para pedirle subvención para celebrar la primera Semana de la moda en Ibiza. ¡Le sacamos 700.000 pesetas!».

Buil Mayral haciendo fotografías a una modelo.
Buil Mayral haciendo fotografías a una modelo.

Melania Piris destaca que muchas invitadas muy elegantes disfrutaban en Eivissa de la sencillez

Smilja Mihailovitcht fue una pieza «absolutamente clave» para el nacimiento de Adlib, y «quien no lo reconozca, es muy desagradecido», afirma Melania Piris, una de las diseñadoras esenciales en los inicios de Adlib. «Smilja tenía muchos y fantásticos contactos, no solo de personajes de farándula, sino de gente realmente importante», recuerda. Olive Moody, como muchas otras personas que vivieron en primera persona el nacimiento de Adlib, también considera que quien realmente lanzó ese primer desfile fue Smilja : «Logró que vinieran todas las revistas europeas de moda del nivel de Vogue o Vanity Fair. Fue increíble. Ella conseguía todo lo que quería».

Una modelo Smilja y el gremio de algodoneros de EEUU en el año 1975.
Una modelo Smilja y el gremio de algodoneros de EEUU en el año 1975.

Smilja Mihailovitcht creía en esta idea, y luchó por llevar a lo más alto la Moda Adlib: ‘Viste como quieras, pero con elegancia’. La princesa explicaba así en 1971 en una entrevista a Diario de Ibiza la «principal característica» de la Moda Adlib: «La absoluta libertad y total carencia de normas que la presidan, que no es más que un reflejo de esa maravillosa y gran cualidad ibicenca que es la tolerancia, primera de las virtudes para una eficaz y feliz convivencia, y la más caudalosa fuente de paz. Por eso, a la moda ibicenca la llamamos ‘ad lib’ o ‘viste como quieras».

Smilja, Ürsula Andrews y autoridades.
Smilja, Ürsula Andrews y autoridades.

Todo al natural

Las modelos, en los primeros años, eran chicas guapas que los diseñadores veían por la calle

La atmósfera en la que se plantó la semilla de Adlib era muy diferente al panorama actual. «Todo era mágico, natural, sin artificios», rememora Melania Piris, quien recuerda el contraste que se producía entre lo elegantes y engalanadas que venían las invitadas a la pasarela y la sencillez que desprendían tanto los desfiles como los actos y comidas que los precedían. «Recuerdo que un año vino como invitada Pilar Franco, la hermana del dictador. Era una mujer bajita, gordita y muy, muy divertida. Lo de su hermano era otra historia». La diseñadora recuerda una comida en un restaurante sencillo, «como eran antes», donde el postre constaba de higos secos con almendras, ¡y cómo gustaban!

Juanita Díaz y modelos en la primera edición de la pasarela.
Juanita Díaz y modelos en la primera edición de la pasarela.

Las modelos no eran profesionales, ni mucho menos, en los primeros años de pasarela. «Veíamos una chica guapa por la calle y le proponíamos desfilar. Eran chicas maravillosas —expresa Melania Piris—. Nunca preguntaban si iban a cobrar, y cuando les regalabas un vestido se quedaban encantadas». Desfilaban descalzas, casi siempre, o con algún zapato ibicenco, y no todas eran delgadas. «Había también chicas gorditas a las que sentaban genial los vestidos».

La pasarela se iba trasladando: igual se celebraba en medio del campo, en el césped del golf de Roca Llisa, en Vara de Rey, en el Portal de ses Taules, en el Reina Sofía, en Santa Eulària… Y, un día, todos iban en barco a Formentera, donde se organizaba un desfile en la playa. «Era un ambiente muy selecto en las ropas. Y, además del blanco, hacíamos vestidos de tela ‘semiluto’, que tiene fondo negro y pequeños dibujos en blanco», afirma la diseñadora, quien destaca el carácter «lúdico», «maravilloso» y «muy, muy creativo» de toda esta etapa inicial.

Adlib 1972, desfilada a Roca Llisa
Adlib 1972, desfilada a Roca Llisa

Al finalizar los desfiles (había que pagar para participar, para colaborar en el montaje), recuerda Melania Piris: «Recogías y te ibas a casa. Y cuando menos lo esperabas, sonaba el teléfono y te preguntaban dónde podían comprar alguna prenda tuya. Era muy bonito». Y es que, lejos de lo ultraconectado que está el mundo hoy en día con internet, en aquellos tiempos lo que funcionaba era «el boca a boca, las fotos y la prensa».

Smilja Mihailovitcht fue una pieza clave para el nacimiento de una corriente de moda de esencia ibicenca

«Aquí en el vestir cotidiano hay peculiaridades capaces de distinguir un género especial de moda. En las boutiques ibicencas se hallan modelos singulares de éxito fulgurante, que se crean aquí y se llevan en toda Europa. Hay mujeres excepcionales y de elegancia reconocida y probada mundialmente que nutren su guardarropa con creaciones ibicenas», Smilja Mihailovitcht en una entrevista a Diario de Ibiza en el año 1971.

Smilja y Gina Lollobrígida.
Smilja y Gina Lollobrígida.

Una embajadora ‘impagable’

Smilja con Ursula Andrews.
Smilja con Ursula Andrews.

Todos coinciden en que Smilja Mihailovitcht fue una embajadora ejemplar de la isla. «Hizo una labor impagable por la promoción de la isla», recuerda Melania Piris. Años antes de morir, la princesa Smilja «fue llamada a hacer un pregón en Canarias, pero de Canarias no dijo nada, solo habló de Ibiza», comenta la diseñadora. «Pero lo hacía con tanta gracia, que ni siquiera despertó el enfado de los asistentes», añade.

Smilja Mihailovitcht era una mujer «muy suya» que siempre vestía «muy elegante». Olive Moody, la mujer de José Colomar, recuerda cómo una vez salió en chándal a la calle y se encontró casualmente con Smilja: «Me recordó, sin ningún reparo, que no tenía que salir de casa así, que siempre había que ir elegante». Otra de las curiosidades de la princesa yugoslava es que utilizaba al recepcionista de un hotel para despertarse. «Una vez le pregunté cómo se despertaba —expresa José Colomar— y me dijo: muy fácil, llamo al Royal Plaza y digo que a tal hora me llamen a mi casa para despertarme». Y lo hacían.

 

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