Ya en la época púnica, los conocimientos vitivinícolas de los habitantes de Ibiza dejaron constancia de que estas tierras eran ideales para producir buen vino. La llegada de los romanos contribuyó a la mejora de la actividad, aportando nuevas técnicas de cultivo y mejorando los procesos de producción. Cuentan las crónicas, según los datos del Arxiduc Lluís Salvador, que a finales del siglo XIX la actividad vitivinícola en Ibiza era ya muy importante y la superficie de viña en la isla alcanzaba las 45 hectáreas, casi las mismas que en la actualidad. Entonces, la plaga de la filoxera, originada en Francia, arrasó con gran parte de los cultivos de España, y también de los de las Pitiüses. A pesar de que los payeses han mantenido la producción de un modo artesanal todos estos años, no fue hasta finales de los años 90 del siglo pasado cuando el vino autóctono, de la mano de la marca ‘Vino de la tierra Ibiza’ comienza a asomar la cabeza con nuevas variedades, mayor profesionalización y mejor comercialización.
Así, se ha pasado de las 30 hectáreas que se explotaban bajo esta indicación geográfica a las 57 que se explotaron en 2015, un crecimiento que ha venido acompañado por el número de productores, que en la actualidad alcanzan la treintena, y lógicamente por la cantidad comercializada (de 521 hectolitros se ha pasado hasta los 1.101 en 2015).
En este crecimiento también se ha producido un cambio significativo: los vinos rosado y blanco ha desbancado al tinto, que ha pasado en diez años de aglutinar casi el 70% de la producción a quedarse en un tercio. El año pasado, la cantidad de vino comercializado como Vino de la tierra Ibiza fue de 1.101 hectolitros, de los cuales, el mayoritario fue el vino rosado. Cabe destacar el aumento porcentual del vino blanco comercializado, que superó por primera vez los 300 hl, lo que representa un aumento de más de un 5% en relación al año anterior.
«La explicación es clara: ha habido un cambio de tendencia entre el consumidor; a la gente que viene a las islas le gusta beber vino más fresco y el rosado de Ibiza ofrece unas características muy buenas», asegura Toni Costa, director técnico de la bodega Can Rich.
De similar opinión es José Abalde, enólogo de la bodega Terramoll en Formentera, donde en los últimos años la producción de blancos y rosados ha primado sobre la de tinto. «Por ejemplo, este año habrá más blanco y creo, aunque todavía es pronto para decirlo porque depende todavía del tiempo que pueda haber en los próximos meses, que la calidad será buena», señala Abalde.
En la pitiusa menor, actualmente, la vitivinicultura es una de las principales actividades agrarias. Hay sembradas más de 60 hectáreas de viña, lo cual representa el 12,5% del total de la superficie agrícola utilizada. La variedad tradicional y predominante es la ‘monastrell’, ya que cerca de un 44% de las viñas son de esta variedad.
En el año 2015 se comercializaron más de 168 hectolitros de Vino de la tierra Formentera, lo que representa un aumento de más del 3,5% con respecto al año anterior. El vino blanco fue el mayoritario con 74 hectolitros y más del 91% de estos vinos se comercializaron en Balears.
El peligro de la paloma torcaz
Los cultivos de las Pitiüses sufren desde hace tres años una peligrosa plaga que afecta a un porcentaje muy amplio de su producción: la paloma torcaz. Esta ave, que antes era migratoria, ha arrasado buena parte de las vides, especialmente las que se encuentran cercanas a zonas forestales, así como otros cereales, y los productores de vino reclaman acciones «más contundentes». De hecho, en los últimos años se ha ampliado la veda de caza de estas aves, pero la medida para los productores «es insuficiente». De hecho, pequeños productores de vino de las islas ven amenazadas sus cosechas. Las bodegas reclaman que las instituciones insulares actúen para evitar que la paloma torcaz se convierta en un plaga.