El Pergamonmuseum de Berlín conserva un cuenco de cerámica islámica malagueña del siglo XIII decorado con un velero y un pez que podría ser un boquerón o una sardina. Esos humildes pescados azules siguen siendo hoy pilares de la gastronomía de una ciudad en pleno proceso de reinvención y que ha apostado por la cultura –con la apertura de los museos Carmen Thyssen, Pompidou o Ruso, que se han unido al Picasso o al Centro de Arte Contemporáneo– y por la gastronomía como sus ejes.
En este último hay que situar la renovación del Mercado de la Merced, en pleno corazón del caso antiguo de la ciudad, que reabrió sus puertas como mercado gastronómico a finales del año pasado con una oferta que ensambla los 17 puestos de abastos que quedaban del viejo mercado con una veintena de puntos de degustación en los que está presente el ‘pescaíto’ frito, pero también las tapas, los platos internacionales y la cocina de autor.
La nueva Málaga ha apostado por la cultura y la gastronomía como ejes vertebradores de la ciudad.
El mercado, situado a medio camino entre el Teatro Cervantes, donde cada año se celebra el Festival de Cine, y la Fundación Picasso, pretende convertirse en un nuevo punto de encuentro para la ciudad, que se ha llenado de terrazas tras la peatonalización del casco histórico. Su diseño, proyecto del arquitecto José Luis Blanco-Astigarraga es diáfano y funcional, con un aire industrial en el que dominan el metal, el cemento y el cristal.
Y en su oferta gastronómica hay un poco de todo. Desde la cocina con aires suramericanos y orientales del chef brasileño Diego Gallegos, cocinero revelación de Madrid Fusión 2015, a los ibéricos o los puestos especializados en tortillas, pulpo, pizzas o hamburguesas de mercado, cocina vegana o sushi, además de los indispensables pescados y mariscos y los cucuruchos de fritura de La Paradita. Allí han puesto además una pica algunos de los negocios más conocidos de Málaga, como la Antigua Casa de Guardia, una de las más veteranas vinotecas malagueñas, con 175 años a sus espaldas, las apuestas más arriesgadas en los caldos de Taninos o el bar de copas Lemon, un clásico de la noche de la ciudad de los 80 y 90, con sus cócteles.
La fórmula es sencilla: se puede pasear por el mercado con una copa de vino o una caña de cerveza servida en las vinotecas y cervecerías e ir pasando entre los puestos para elegir las tapas más apetitosas para el aperitivo o los platos para disfrutar de una buena comida en un ambiente moderno y agradable.
Pero además, el mercado quiere ser también un atractivo cultural más y para ello dispone de una sala de exposiciones y un Aula Cultural para albergar charlas, catas y encuentros gastronómicos.
Pero antes o después de pasar por el Mercado de la Merced aún queda mucha Málaga por descubrir, en el bullicio de la calle Larios, en las terrazas de sus famosas bodegas, como El Pimpi, junto a las espectaculares vistas de la Alcazaba, en las nuevas azoteas que se abren en el atardecer y la noche de la ciudad para tomar una copa entre amigos o en las decenas de chiringuitos que recorren el litoral, donde degustar los espetos de sardinas a pie de barca, en particular en el popular barrio de Pedregalejo.