No todo lo que brilla es oro puro en el sector de la restauración de playas y calas en Ibiza y Formentera. Los empresarios se enfrentan a serias dificultades estructurales que van más allá de la lógica y dura competencia entre sus locales y de cómo adaptarse a los nuevos tiempos y formas que el mercado turístico y gastronómico demanda.
La falta y carestía de la vivienda para sus trabajadores en temporada, la calidad del servicio que se ven obligados a prestar por falta de personal cualificado, en algunos casos, la seguridad en las playas, la creciente venta ambulante ilegal de comida, bebida y ropa de playa, el intrusismo y la lógica competencia en precios y calidad son algunos de sus problemas.
La proliferación de restaurantes, chiringuitos y locales de restauración a pie de arena, sobre las rocas o cerca del mar está cambiando y moviendo los cimientos de un negocio que tenía su sustento en unos entornos privilegiados, una oferta gastronómica de cocina local tradicional y elaborada con productos frescos de la tierra y el mar cercanos y un servicio correcto, agradable y familiar.
Los nuevos propietarios e inversores han puesto un nuevo rumbo al chiringuito tradicional, a los denominados, hace un lustro, como beach clubs, para montar restaurantes de primer orden con conceptos renovados y modernos acordes con la demanda del mercado y el turismo de lujo donde imperan las cartas de comida japonesa, peruana y de influencias más allá de la gastronomía mediterránea. Este cambio conceptual de modelo es el que marcará el nuevo rumbo de la oferta de restauración en las playas en un futuro inmediato que, como reconoce el presidente de la Asociación de Restaurantes y Concesionarios de playa de Sant Josep, Toni Marí ‘Moreras’: «Puede acabar con los chiringuitos y restaurantes de playa de la isla en un futuro cercano, ya que una gran mayoría están en manos de empresarios extranjeros».
Música, entorno y coctelería
El nuevo rumbo del ocio en la playa va ligado a un cambio de concepto gastronómico, a la decoración, el ambiente y el entorno en que se ubican los restaurantes, la música y el espectáculo, como valor añadido en muchos lugares. La irrupción de la coctelería como complemento de la gastronomía ha cambiado también la fisionomía de los chiringuitos de lujo apostando por nuevas ideas y productos de consumo que están en boga. La moda también ha conquistado espacios en formas de boutiques con bikinis, ropa de playa, vestidos vaporosos, tops, faldas, kafkanes y complementos de pequeña joyería y bisutería que son un gran reclamo para los amantes de vestir a la última en los entornos de mar.
La coctelería y la moda se han convertido en dos nuevos elementos que están marcando el rumbo de los espacios de playa que se suman a la música, el baile y el espectáculo circense, en algunas ocasiones con tragafuegos, equilibristas, magos y figurantes.
Pero sin duda ha sido la música la que más ha revolucionado el concepto del ocio en la playa. Lo que comenzó como música ambiental de chill out ha evolucionado a los ritmos más actuales del deep house, el EDM, el underground o la electrónica de consumo que los dj han llevado a la arena de forma estelar y progresiva.
No hay calidad a bajo precio
No todo son manteles de lujo, música chill out, ritmos de electrónica, dj, gogós, boutiques, cócteles, sushis y fuegos artificiales ya que también subyace una dura competencia en la calidad del producto final y lo que degusta el cliente. La sobreoferta, que supera en estos momentos a la demanda, en el mercado de playa plantea una presión sobre la compra y la venta de los productos frescos de consumo diario como el pescado, la carne y las verduras y retrae la calidad de lo que llega al plato porque como comenta Moreras: «No hay calidad a bajo precio»