En 1926 el millonario americano Alec Cochran decidió construir el barco de vela más bonito del mundo con la idea de tener un velero rápido con el mínimo de tripulación posible. Nicholson desarrolló una goleta vanguardista y exuberante de madera capaz de navegar como una silueta sobre el mar.
El magnate Cochran quedó impresionado por la dimensiones del barco y pidió que se redujera la altura y envergadura. Lanzado como ‘Vira’, en 1927, la goleta salió a navegar por el Mediterráneo pero al no tener la configuración original el barco era muy pesado y reaccionaba mal al oleaje.
Cambio de dueño pasando a Maurice Pope, miembro del escuadrón real, y pasó a llamarse ‘Creole’. La goleta se restauró en 1937 según el diseño original de Nicholson y participó en muchas regatas. Después con la Segunda Guerra Mundial en 1939 fue abandonado. En 1947, el ‘Creole’ fue recuperado por el constructor de barcos griego Stavros Niarchos y lo llevó a Alemania para restaurarlo, hizo de nuevo cambios ampliando el salón y decorándolo con murales de Dalí, dotándolo de aire acondicionado especial con obras de Cezanne, Renoir, Van Gogh y Degas.
Era un hombre meticuloso y Niarchos quería que la tripulación navegara con el barco a la perfección. Pasaba mucho tiempo a bordo, vivía y trabajaba allí pero después de la muerte de su esposa perdió el interés por la embarcación. En 1977 el gobierno danés adquirió el ‘Creole’ para su escuela de navegación, posteriormente se usó para rehabilitación de jóvenes adictos a las drogas y, en cinco años, el barco estaba arruinado.
Tras muchos años de infortunio, el ‘Creole’ encontró un final feliz cuando lo adquirió Maurizio Gucci en 1983, quien se interesó mucho por la historia del velero, lo restauró y modernizó respetando el pasado. La restauración fue un éxito y la actual instalación global del barco es preciosa. La cubierta principal muestra varios techos, dispone de cuatro lujosos camarotes con lujoso cuarto de baño incorporado, un salón, un comedor principal interior y otros en cubierta, cocina, baños y camarotes para una tripulación de 23 marineros, más capitán y cocineros.
El ‘Creole’ es una maravilla flotante sobre el mar, una barco hecho totalmente de madera, único en su genero capaz de navegar silueteando el mar y el viento con sus tres impresionantes mástiles que pueden desplegar cerca de mil metros de vela. Todo se hace a mano y de forma artesanal por lo que los 23 tripulantes necesitan una hora y media para desplegar todo el velamen.
Allegra Gucci, su actual propietaria, ha heredado de su padre Maurizo el amor por el mar, la navegación y el mimo y cuidado por este majestuoso velero que mantiene todos sus enseres, velas, herramientas y accesorios de navegación originales y está en un estado de conservación impecable, lo que hace una auténtica delicia navegar o disfrutar de una comida o cena a bordo de esta embarcación antigua e irrepetible.
«No hay nada más bonito que el espectáculo de ver al ‘Creole’ navegando los mares. Necesitamos una hora u hora y media para desplegar velas, ya que se hace todo a mano, con el gran trabajo de nuestros marineros».
Nada más subir a la cubierta del ‘Creole’ llama poderosamente la atención el impecable estado de conservación de la nave. Algo que se consigue, según Allegra: «Gracias al amor y la dedicación que se le da al barco. Tiene 90 años y está en buen estado por el trabajo minucioso y laborioso de mantener toda la madera. Es un velero único e irrepetible en el mundo por su línea y esplendor, si se quisiera hacer uno igual hoy día no se podría hacer porque esta madera no está disponible para hacer un barco. No se puede hacer una réplica» En el ‘Creole’ se respira un ambiente particular. «La energía que se respira a bordo es como en casa porque este barco tiene su propio corazón y alma», señala Gucci.