Mientras que en el mercado de La Boquería ponen límite a la avalancha de turistas que lo visitan (no se permite la entrada a grupos de más de 15 personas), Barcelona sigue ofreciendo lugares donde comprar los mejores productos y recrearse con el ambiente de la ciudad sin tener que pagar el peaje de aglomeraciones, escaparates de cartón piedra y precios ‘para guiris’. Es el caso del Mercat del Ninot, que presume de 123 años de historia.
Se encuentra en la calle Mallorca, junto al hospital Clínic, y está de plena actualidad ya que, tras más de cinco años de obras, reabrió sus puertas el pasado mes de mayo con 50 puestos en el interior y 33 pequeñas tiendas en el exterior, entre ellas una coqueta librería. En el sótano del edificio remozado ha abierto un supermercado Mercadona, que parece convivir en armonía con los puestos.
Solo hay que dar una vuelta por sus instalaciones para comprobar que los clientes son los vecinos de toda la vida, que acuden con su carrito de la compra para hacer los recados del día. De entrada, los precios son mucho más razonables que otros lugares más in y la calidad del producto parece incuestionable.
El Mercat del Ninot tiene una larga historia que contar. Comenzó su andadura entre los años 1892 y 1894 «para abastecer productos de consumo y alimentación en correctas condiciones higiénicas y sanitarias en la zona de expansión urbanística de Barcelona, el barrio del Eixample», según explica Juan Ignacio Robles, profesor del Departamento de Antropología Social de la Universidad Autónoma de Madrid, en un interesante artículo sobre este mercado publicado en la revista Distribución y consumo.
Durante la Segunda República, concretamente en 1933, el mercado se sometió a una importante reforma arquitectónica y 80 años después ha vuelto a pasar por ‘chapa y pintura’, con una reestructuracion «arquitectónica, estética y comercial» que obligó a trasladar los puestos a una carpa provisional cercana. Su reciente reapertura inicia un nuevo período, una nueva historia por escribir.
Los puestos de frutas y verduras, pescadería fresca y carnicería son los más numerosos, aunque no faltan las charcuterías y las parades de pescado en salazón, entre las que destaca Perelló, que lleva en el mercado desde 1898, prácticamente desde su apertura. Y como en todas la reformas recientes de mercados, no faltan tampoco los puestos de degustación de producto, aunque en este caso el ambiente es tranquilo, de barrio, nada que ver con la aglomeración y el ‘postureo’ de otros.
El curioso nombre del mercado procede de la figura de un niño del mascarón de proa de un bergantín, que fue salvado del desguace y colocado en la fachada.
El Mercat del Ninot, calidad y buen precio en Barcelona desde 1892 y sin turistas
Tras varios años de reformas, este mercado reabrió sus puertas el pasado mes de mayo con 50 puestos en el interior y 33 tiendas