Oportunista, resistente a la contaminación y de misterioso origen. La especie Oculina patagonica ha sido considerada, durante medio siglo, una especie invasora en el mar Mediterráneo, un coral pétreo capaz de formar densas colonias y ocupar, desplazando a otras especies, importantes tramos del lecho marino. Puede encontrarse, por ejemplo, en los fondos de islotes como sa Conillera, s’Espartar o es Vedrà y existen colonias notables extendiéndose sobre las estructuras de la plataforma Mariana, la fracasada y hundida piscifactoria que se halla a 400 metros a Poniente de s’Espardell (el área con más alto grado de protección de las Pitiüses). Y es que esta especie, que levanta controversias en la comunidad científica, coloniza tanto hábitats naturales como artificiales, y al parecer tampoco es muy exigente con la calidad del agua, porque es frecuente en el interior de los puertos (en Canarias, donde es considerada especie invasora, se detectó primero, hace tres años, en los puertos de Las Palmas y de Santa Cruz de Tenerife, adonde llegaría, probablemente, incrustada en los cascos de los barcos)
Cuando los corales se vuelven blancos
Si en mares tropicales son comunes los corales que conforman grandes arrecifes, dominando el paisaje, en el Mediterráneo solo la misteriosa ‘O. patagonica’ y el madreporario endémico ‘Cladocora caespitosa’ (madrépora mediterránea) son capaces de formar arrecifes de coral, y las dos especies se ven afectadas por el fenómeno denominado blanqueo de los corales, que actualmente amenaza la Gran Barrera de Coral de Australia, Patrimonio de la Humanidad. La madrépora mediterránea es una superviviente del Plioceno que, después de prosperar durante tres millones de años, se enfrenta hoy al reto del cambio climático y que en 2015 fue clasificada en la categoría ‘en peligro’ de la lista roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). En estos momentos, este coral también está sufriendo en aguas de las islas episodios de blanqueo o decoloracion, un proceso por el que los corales, a consecuencia del estrés inducido principalmente por los cambios de temperatura del agua, se vuelven blancos al morir las algas con las que viven en simbiosis, que realizan la fotosíntesis y que proporcionan a las colonias coralinas tanto nutrientes como su coloración pardo verdosa y amarillenta. En las últimas semanas se han encontrado numerosas colonias de madrépora parcialmente blanqueadas en aguas pitiusas; existen numerosas referencias documentadas en el islote de s’Espartar, por ejemplo. Y fue en una colonia de ‘O. patagonica’, que aunque también sufre este proceso parece más resistente, donde se identificó, en el año 1994, a uno de los agentes del blanqueo, una bacteria del género ‘Vibrio’ que, en periodos cálidos, aumenta su fuerza, se asienta en los corales y produce toxinas que expulsan a las algas simbiontes (son zooxantelas). Si la colonia de coral logra sobrevivir necesitará meses para recuperarse.
A veces llamado coral argentino, este nombre común y el nombre científico que alude a la Patagonia se deben a que su descubridor, el paleontólogo italiano De Angelis d’Ossat, describió la especie, hace ahora 110 años, a partir de fósiles de yacimientos del Terciario de la costa argentina. Sin embargo, no existen datos actuales de su presencia en tales latitudes ni se conoce cómo pudo llegar hasta el Mediterráneo. Las preguntas que se plantean sobre esta especie son muchas. Las primeras son si realmente es la misma oculina la que hoy puede hallarse en aguas mediterráneas, si puede tratarse de una especie relicta del Mediterráneo y si en Sudamérica pueden existir colonias vivas no descubiertas. La cuestión principal es si este coral es invasor en el Mare Nostrum o si, como afirman algunos autores, es una especie autóctona que está en expansión y que muestra un comportamiento invasivo.
Desde 1966
La especie fue citada por primera vez en el Mediterráneo en el año 1966, en Savona (golfo de Génova), y en la actualidad está ampliamente distribuida en el Mediterráneo, especialmente en áreas entre Italia, Francia y España y con un segundo foco en aguas del Mediterráneo oriental entre Egipto, Israel, Líbano y Turquía. Así se indica en el informe ‘Los corales del Mediterráneo’, de la organización Oceana. Respecto a la controversia, en este informe se explica que en la actualidad algunos científicos consideran que no existen pruebas concluyentes para excluir O. patagonica del listado de especies mediterráneas, sobre todo teniendo en cuenta que los únicos datos de fuera de este mar proceden de los citados restos fósiles argentinos.
En el lado de los expertos más convencidos, puede citarse un trabajo publicado recientemente en la revista de divulgación científica Chronica naturae, de la Asociación Hombre y Territorio. Aunque se trata de una investigacion realizada en el litoral andaluz, sus conclusiones son extrapolables al resto del Mediterráneo. Aseguran los autores del estudio que O. patagonica es una especie nativa, genéticamemnte distinta a la del Atlántico, que, «debido a los cambios climáticos que se están produciendo a nivel global, podría estar propagándose por la cuenca mediterránea, pudiendo ocasionar cambios en las comunidades litorales rocosas». Este suceso, resaltan, «puede ser más preocupante en aquellas áreas de gran interés ecológico (Áreas Marinas Protegidas o Lugares de Interés Comunitario) y donde existan especies amanezadas o endémicas». Consideran los autores que serían «de vital importancia» los muestreos periódicos para conocer el avance de especies que, como esta, muestren un comportamiento invasivo y pueden poner en riesgo otras comunidades marinas. Son necesarios, asimismo, «estudios sobre el efecto de la expansión de Oculina patagonica sobre otras especies».
Tampoco existen estudios sobre el avance de este antozoo escleractinio en aguas de Balears y se desconoce cómo afecta a otros antozoos con los que convive, pero hay que saber que en la plataforma de ciencia ciudadana de Observadores del Mar (observadoresdelmar.es) se recogen datos de avistamientos realizados por voluntarios, bañistas y buceadores, para poder ampliar el conocimiento sobre la distribución de esta especie, así como de otros antozoos, e incluso conocer el alcance de posibles episodios de mortalidad y los efectos que pueda tener en ellos el aumento de la temperatura del mar.