Aparecieron con timidez hace un par de años, la mayoría pensó que eran flor de una temporada, pero lo cierto es que los flecos estaban dispuestos a quedarse en nuestros armarios. Y a conquistar absolutamente todas las prendas de ropa posible. Desde los zapatos hasta los bikinis. Nada escapa a su embrujo.
En un primer momento eran de piel, en tonos tierra y naturales, y decoraban ligeramente botas de estilo étnico que no hubiera extrañado ver en los pies de la india Pocahontas. Los flecos fueron subiendo. Se apropiaron también de los bolsos. Y de los bikinis. Quien el verano pasado no tuviera un traje de baño con flecos en el escote o la cinturilla es que no sabía nada de moda. O que tenía miedo de confundir las tiras de tela con los tentáculos de una medusa.
Y este año ha sido la explosión. Imposible ir por la calle y no ver en todo momento una prenda con tiras ondeantes. Y los escaparates y maniquíes de las tiendas, igual: llenos de flecos. De piel, de hilo, de tela… No hay límites. Ni de longitud ni de materiales. Sólo los que imponga la imaginación de los diseñadores.
Ni siquiera los estilos tan diferentes que se ven en la isla durante el verano suponen un escollo para sumarse a esta moda. Las más hippies los lucen en capazos y botas, en ante y de colores naturales. Las rockeras optan por el omnipresente negro, con tiras largas de cuero que cuelgan de los bolsos hasta el suelo y que combinan a la perfección con pinchos y tachuelas. Ni siquiera las discotequeras escapan. También tienen flecos las camisetas de algodón, blancas y de colores fosforitos, con las que combinan sus shorts y taconazos.