Atrás han quedado los días en los que una iba a la playa con unas chanclas cualesquiera, una bolsa de plástico regalada en alguna revista, un moño mal hecho y una simple camiseta por encima del bikini. Ahora, vestirse para ir a la playa es un ritual casi tan largo y conciendudo como el de prepararse para una larga noche de fiesta. Cosa de los beach clubs. Desde que estos establecimientos llenaron la arena de las playas de Ibiza con su glamour todo ha cambiado. Desde que sale el sol y hasta que la luna y la música acompañan la hora del cierre, estos locales se convierten en auténticas pasarelas en las que unas lucen palmito y otras lucen estilismo. A veces, alguna afortunada, presume de las dos cosas.
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Las túnicas o caftanes en tonos claros se imponen a primera hora. Este año han ganado por goleada las más cortitas, en blanco o marfil, muy amplias y decoradas en mangas y escote con bordados étnicos pero muy modernos, con pompones flúor y monedas.
También se imponen los caftanes largos hasta los pies, sedosos, volátiles, con aberturas que dejan ver las piernas y delicados estampados. Y los kimonos. Favorecedores y cómodos, las más atrevidas se han negado a dejarlos olvidados en el armario durante los días de playa. Su estilo oriental, sus flecos, sus dibujos de flores, sus cenefas aterciopeladas… Son el complemento perfecto para los bikinis y triquinis sencillos.
El capazo continúa siendo el rey de los bolsos de playa. En sus miles, quizás millones, de versiones. Desde el más sencillo a los cubiertos con lentejuelas, piedras, llamativos estampados… Le hacen la competencia los bolsos de piel. De estilo muy étnico, que mezclan colores, con tejidos y bordados, piedras, flecos… Diseños que recuerdan a la India, a la Polinesia, a los Andes. A conjunto con la bisutería, que también recuerda países lejanos. Imprescindibles durante las horas de más sol son los sombreros y las gafas. Ahí sirve todo. Lo que mejor proteja de los rayos. Pamelas enormes que hacen las veces de parasol y coquetos gorros decorados con plumas, cintas y piedras. En el caso de las gafas, para ir a la última mejor que sean con cristales polarizados y en tonos fríos, verde o azul. Los preferidos de 2015.
¿Y ellos? Ellos también son coquetos. Un bañador escogido con mimo, que se ajuste ligeramente al muslo, y una camisa abierta hasta medio torso. Blanca si el traje de baño es estampado y llena de colores y flores si el bañador es monocolor. Ellos tampoco se escapan de los complementos. Pulseras de piel en las muñecas y colgantes asumando entre los botones abiertos.
Todo esto se transforma así como va cayendo el sol. Avanza la tarde y las túnicas van dejando paso a los shorts y los tops más sensuales, los vestidos cortos y escotados, la bisutería exagerada, los impresionantes triquinis, las sandalias y cuñas cuajadas de piedras que relucen con los rayos del sol… Los bosos se reducen. Los sustituyen pequeñas carteras. Eso sí, el estilo se mantiene. Étnico y lleno de color.