Cuando una persona pierde una o varias piezas dentales, lo más recomendable es realizar un implante para mantener las funciones masticatorias y las estructuras bucodentales en buen estado. Más allá de la estética, reponer el diente perdido ofrece mayor calidad de vida a la persona afecta- da, que tendrá la misma sensación que si tuviera dientes naturales y se ahorrará problemas como la inclinación de dientes adyacentes o la extrusión del antagonista, entre otros.
Cuando el paciente tiene hueso suficiente, se puede colocar un implante convencional pero, ¿qué opciones tiene el odontólogo cuando no es así? Regenerar el hueso perdido, o buscar otras estructuras óseas suficientemente fuertes para convertirse en la base de implantes a distancia.
La regeneración ósea es un proceso que permite suplantar el hueso perdido, bien sea extrayendo hueso del propio paciente (sacándolo de la cadera, la cabeza o la mandíbula), o de hueso de banco (pocas clínicas están autorizadas para ello). También se realizan estas técnicas con sustitutos óseos bien de origen animal o sintético.
La segunda alternativa es la colocación de implantes a distancia o «ir a buscar hueso donde sí lo hay», apunta el doctor Alberto Fernández, quien explica que es posible «buscar soporte en arbotantes» (áreas de resistencia que permiten unirse a ellas) o movilizar estructuras que impiden la colocación de los implantes convencionales.
Soporte en arbotantes
Los implantes en arbotantes buscan soporte en estructuras óseas fuertes, como son el arbotante canino, el pterigoideo y el cigomático, en la parte superior de la cara, y la mandíbula, en la parte inferior.
El arbotante canino está presente en todos los mamíferos, y se sitúa en la zona del colmillo, el diente más voluminoso. Se trata de un hueso de gran resistencia que posibilita la colocación de implantes muy largos que dan mucho soporte.
La principal ventaja de los arbotantes es que permiten carga inmediata: el paciente se va ‘con los dientes puestos’
El arbotante pterigoideo es un hueso sumamente rígido que tenemos en la parte posterior del maxilar superior. El implante es muy largo y se coloca de forma angulada, una inclinación que se corrige en su parte baja para poder colocar la pieza.
El arbotante cigomático permite colocar implantes hasta el pómulo. Del mismo modo que en los implantes pterigoideos, los cigomáticos tienen un sistema de corrección de la angulación.
Por último, para los implantes inferiores pueden emplearse técnicas que esquivan el nervio alveolar inferior, o bien modificando su trayectoria (movilizando estructuras).
Movilización de estructuras
En ocasiones, al ir a buscar el hueso en determinadas estructuras de la cara, los doctores detectan otras que se ‘interponen’ en el camino. «En estos casos, tenemos que retirar las estructuras de riesgo, cambiarlas de sitio», explica el doctor Alberto Fernández.
«En el maxilar superior central, podemos colocar los implantes elevando la fosa nasal; en el maxilar superior lateral, podemos elevar el seno maxilar», detalla el especialista, quien recalca que, en la mandíbula, la estructura de riesgo es el nervio alveolo dentario inferior. En estos casos, el doctor apunta: «Tenemos que abrir una ventana, localizarlo y retirarlo para colocar los implantes sin dañarlo».
Ventajas e inconvenientes
La principal ventaja de los arbotantes es que permiten carga in- mediata. «Cuando vas a buscar ese hueso en arbotantes, como son fijaciones muy largas y van a huesos muy duros, permiten hacer carga inmediata, es decir, que los pacientes se vayan con los dientes puestos», comenta Alberto Fernández. En el caso de proceder a la regeneración ósea, los plazos son más largos dependiendo de la edad del paciente, su estado físico, las condiciones locales… En ocasiones, por determinadas características, es recomendable recurrir a los implantes a distancia por ser intervenciones más sencillas que la regeneración.
El inconveniente de este tipo de implantes es que «estás quemando el último cartucho», según Fernández
¿Cuál es el enorme inconveniente del empleo de arbotantes óseos? «Estás quemando el último cartucho -reconoce Fernández-. Si algo va mal y te has llevado por en medio la estructura final que daba soporte a todo, ¿después qué haces?». Por este motivo, la Clínica Fernández apuesta por solapar ambos tratamientos en un 90% de los casos.
«Es curioso cómo conferencias que se habían dado para evitar técnicas de regeneración ósea en pacientes de edad utilizando implantes en arbotantes, ocho años más tarde hayan tenido que recurrir a la regeneración ósea porque los arbotantes han fallado», detalla el doctor. «Por ello, en nuestra clínica solapamos ambas técnicas con lo que, si los arbotantes fracasan, tenemos otras estructuras a las que recurrir».