Con la llegada del frío apetece entrar en casa y encontrarse con un ambiente cálido y confortable. Nada mejor que abrir la puerta y notar que una sensación de calor nos invade.
Los decoradores y las industrias de muebles, textiles y materiales lo saben y no dudan en lanzar al mercado colecciones de invierno. Aunque es prácticamente imposible cambiar la decoración de una vivienda con la llegada de cada estación, sí se puede conseguir el efecto calor con algunos toques decorativos.
El color es fundamental, así durante los meses con menos horas de sol, los tonos vivos, junto con el clasicismo del gris, son una buena opción. Este año arrasan los inspirados en la naturaleza como los verdes y los marrones y sigue estando de moda el color estrella del año pasado, el marsala o color vino.
Suele dar buen resultado combinar colores sólidos con estampados florales o lineales, y si se elige algo más clásico, los dibujos geométricos son de gran ayuda para unificar diferentes espacios. Además, otros trucos para contribuir a lograr un ambiente acogedor pueden ser cambiar las colchas, y los cojines por otros con telas menos livianas que las del verano.
Los decoradores y las industrias de muebles y textiles lanzan colecciones de temporada
No podemos olvidar las alfombras, uno de los complementos invernales de toda la vida. Tienen tantos adeptos como detractores, aunque bien empleadas dan calidez a un espacio y aportan un toque de personalidad. Existen tantos diseños como la imaginación nos permita alcanzar, e incluso, algunas fábricas se han apuntado a la tendencia DIY («Do it yourself»), que ofrece al cliente la posibilidad de diseñar su propia alfombra a medida. Además de jugar con el diseño, una misma pieza admite también texturas diferentes, como combinaciones de pelo alto y corto.
Pero la sensación de calor no es suficiente para no pasar frío. Sólo los distintos sistemas de calefacción calientan la casa de verdad.
Hay que tener en cuenta dónde esté ubicada la vivienda, la orientación, el aislamiento, la humedad y las fuentes de energía cercanas, para elegir uno u otro método para producir calor.
El suelo y el techo radiante aportan la temperatura ideal a cualquier estancia y, además, no se ve
El más antiguo y tradicional es el que ofrece una chimenea de leña. Disfrutar de la visión de troncos ardiendo y de la temperatura que desprende es hoy en día un lujo, ya que no todas las viviendas tienen las condiciones para contar con un hogar. Aunque también puede llegar a ser un inconveniente por las cenizas y el mantenimiento que requieren. De todas formas, es posible contar con algo parecido al fuego gracias a las chimeneas de bioetanol y a las eléctricas con generación de vapor. Las biochimeneas no requieren instalación pero tienen escaso poder calorífico, por lo que se aconsejan como complemento de la calefacción principal. De hecho, no son chimeneas porque no tienen llama, solo una imagen muy realista. Para dar más verosimilitud, algunas están equipadas con vaporización de agua, que desprende una especie de volutas de humo.
Al margen de la chimeneas de toda la vida o las simuladas, los radiadores alimentados por calderas de gas suelen ser la opción más habitual. Actualmente, los fabricantes de radiadores adaptan sus productos a los nuevos entornos y decoraciones. El reto es integrase en el interiorismo sin que se note. Así que espacios reducidos, paredes curvadas, cuartos de baño o columnas, lejos de ser inconvenientes son retos para el diseño, tanto que algunos radiadores parecen televisores planos, o incluso, verdaderas obras de arte. Otra de las tendencias más demandas en los últimos años es el suelo o el techo radiante. Se trata de un sistema de baja temperatura que consigue ahorrar energía y en la factura. Si además se instala una bomba de calor se puede transformar el suelo radiante en uno refrescante para los calurosos días de verano. Y lo más importante, no se ve.