Trabajar con niños ha de ser de lo más satisfactorio y divertido que existe. Crecen y aprenden sin parar. Son caprichosos y les cuesta entender el mundo a veces pero es sorprendente la facilidad con la que asimilan las normas de vida impuestas. Estar rodeado de una energía tan pura tiene que ser muy gratificante. Sin embargo, la responsabilidad de cuidar niños ajenos es inmensa.
Los hijos son los más valiosos tesoros de sus padres y que les pase algo mientras ellos no están es uno de los mayores miedos que existen. Si a la habitual angustia de la separación de sus querubines, le sumas la amenaza de una alergia severa diagnosticada, la cosa se agrava. Un pequeño despiste del cuidador puede tener consecuencias fatales para el pequeño. Antes no era tan habitual pero cada vez son más las personas cuyo sistema inmunitario reacciona de manera exagerada frente distintas sustancias aparentemente inocuas. Nadie sabe explicar exactamente qué ha pasado pero casi todos coincidimos en que antes no había tantas alergias.
Al parecer, la industrialización y el cambio de estilo de vida han tenido un impacto muy importante en su desarrollo y no es algo para tomarse a broma pues las reacciones alérgicas pueden ir desde un leve sarpullido sin importancia al shock anafiláctico que, de no ser tratado a tiempo, puede producir la muerte.
«El sufrimiento de los padres aumenta con la responsabilidad de los monitores y el riesgo de un despiste»
Cuando se trata de niños pequeños hay que multiplicar las precauciones y aunque en las guarderías o en los centros donde habitualmente acuden, suelen tener las alergias muy controladas, durante los meses de verano, cuando cambian los profesores o los centros habituales, el sufrimiento de los padres aumenta con la responsabilidad de los monitores y el riesgo de un despiste.
Llevar un kit de emergencia al centro puede solucionar la papeleta y dejar más relajados a los padres pero la responsabilidad y el riesgo sigue siendo enorme por lo que es fundamental comenzar la prevención desde casa. Acostumbrarles a llevar su propia comida y a no comer del plato de los demás es algo relativamente fácil si se hace con naturalidad y desde el momento del diagnóstico. Informarles de las graves consecuencias que pueden sufrir si comen algo que no deben es crudo, difícil y desagradable pero no olvidemos que les puede salvar la vida.