Albert Casals (Barcelona, 1990) vive desde los 8 años junto a (él no considera que lo hace pegado) una silla de ruedas por culpa de una leucemia.
Lejos de quedarse anclado en su casa o en su ciudad por esta discapacidad, este joven ha convertido su silla en su compañera de viaje, su herramienta. Así, desde los 15 años viaja en solitario y sin dinero por el mundo. Su inspiradora experiencia la cuenta en dos libros ’El mundo sobre ruedas’ (2009) y ‘Sin fronteras’ (2012), y en el documental ‘Món Petit’ (2010).
Casals estará el próximo día 3 en Can Ventosa en el congreso Vívete, que organiza la ong Proyecto Juntos presentado por la periodista Ainhoa Arbizu, junto a Irene Villa, los hermanos Aznárez y Lary León. Varios de ellos estarán un día antes en el Club Diario de Ibiza en una conferencia destinada a los jóvenes de la isla.
-Con 15 años mi hijo me dice que se va solo a dar la vuelta al mundo y la respuesta lógica es no, pero en su caso fue al revés.
-La verdad es que a mis 15 años mis padres ya estaban más que mentalizados. Lo que pasa es que para mí viajar no fue algo que se me ocurriera un día de repente: recuerdo que a los 5 años, para Navidad, yo ya pedía dinero para viajar de mayor en lugar de juguetes. Viajar era algo que había decidido hacer desde pequeño, y cuando finalmente llegué a la edad legal mínima para viajar en solitario, mis padres sabían que me iría quisieran o no. Su reacción fue la más sensata del mundo, realmente: en lugar de obligarme a fugarme de casa o algo por el estilo, que lo habría hecho, mi padre decidió invitarme a hacer un viaje con él a los 14 años, en el que yo me tenía que encargar de todo. Conseguir los billetes de tren, conseguir la comida, pensar dónde dormir… Él solo me acompañaba, y me daba consejos.
«He escalado montañas de 3.000 metros a rastras, y una vez hice 350 km del camino de Santiago con la silla»
-Entonces, la expresión de ‘padres helicóptero’ le sonará a chino.
-¿Padres helicóptero? No tengo ni idea de lo que significa eso. Bueno, la cuestión es que el tipo de cosas que mis padres querían para mí no eran las que se obtienen con seguridad o control, sino todo lo contrario. Ellos querían que yo fuera una persona feliz, libre e independiente… y para eso, lo último que necesitas es un helicóptero que te siga. Mis padres hicieron un esfuerzo deliberado en no adaptar nuestra casa, seguir dejando las cosas en los armarios altos de la cocina, dejar que encontrase mis propias soluciones… No porque no quisieran ayudarme, sino precisamente porque querían ayudarme y creían que esa era la mejor manera de hacerlo. Y así fue: pronto aprendí a trepar por mí mismo, a llegar a los lugares altos, a subir y bajar escaleras yo solo… Para mi la moraleja es clara: helicópteros del mundo, si queréis que vuestros hijos estén sanos y salvos, ¡desprotegedles!
«Mis padres querían que fuera una persona feliz, libre e independiente»
-Vive pegado a una silla de ruedas, viaja sin dinero, vive al día y es feliz. ¿Lo suyo es atrevimiento, carácter o una locura?
-La locura sería, para mí, dejar de hacer las cosas que me hacen feliz por algo tan trivial como usar una silla de ruedas, que al fin y al cabo no es más que una bonita herramienta (y no es que viva precisamente pegado a ella, hay días enteros en que ni la veo, y me paso todo el día gateando con los brazos de aquí para allá). También es cierto que mi discapacidad no requiere mucha adaptación: tengo plena fuerza y movilidad de cintura para arriba, así que puedo gatear, trepar, dar volteretas… incluso he escalado montañas de 3.000 metros a rastras, y una vez hice 350 km del camino de Santiago con la silla. La silla tiene muchísimas utilidades y está en tus manos vivirla como un impedimento o como un bello juego al que jugar. Y qué aburrida sería la vida sin juegos.
Ayudarse por amor
-¿Y lo de viajar sin dinero?
-Es hermoso viajar sin dinero, porque no puedes exigir ni esperar nada del mundo, no tienes ningún control sobre nada; y a cambio, el mundo aprende a no exigirte ni esperar nada de ti. Y es ahí cuando al fin se pueden empezar a hacer cosas que valen la pena, como ayudarse por amor.
«El mundo está lleno de adultos aburridos que os dirán exactamente cómo tenéis que entenderlo, verlo y vivirlo»
-¿Qué les puede decir a los chavales que se pasan el día en un mundo virtual relacionándose on line con los amigos sin pisar la calle?
-Adelante, compañeros: el mundo está lleno de adultos aburridos que os dirán exactamente cómo tenéis que entenderlo, verlo y vivirlo. Qué está bien y qué está mal, qué es sano y qué no, qué es cuerdo y qué es loco. El trabajo de estos adultos es largo, frustrante y complicado, y es por eso que no hay que tenerles en cuenta que siempre nos miren con esos ceños tan fruncidos. Así que si hoy queréis jugar y chatear en casa, jugad, y gozad hasta el último minuto, y no dejéis que nadie os diga que está mal. Y cuando mañana queráis hacer otra cosa, hacedla con la misma alegría y el mismo valor con el que os atrevisteis a quedaros en casa a jugar. Algo así les diría.
-Pero hay padres que piensan que es mejor que los jóvenes estén en casa porque «mejor así que no drogándose o haciendo botellón», ¿qué le parece?
-Lo mismo que lo de antes: otro juicio y, por lo tanto, otro sinsentido. No hay una vida correcta o incorrecta. No hay un cierto tipo de valores o actividades que sean mejores que otras. Drogarse y hacer botellón no es peor que estar todo el día en un ordenador, y eso no es peor que viajar, y eso, por mucho que me cueste decirlo, no es peor que trabajar o ser policía. Está en manos de cada uno de nosotros decidir qué vida nos hace felices, y todos los juicios solo sirven para hacerlo más complicado. Pedagogos como A.S. Neill llevan más de cien años explicándoles a los padres que no se puede tratar de controlar a los hijos. Si tu hijo quiere hacer algo que como padre te parece mal, como por ejemplo ir de botellón, que se lo prohíbas solamente lo hará más deseable. Si dejamos que las personas exploren naturalmente todos los aspectos de la vida, según sus inclinaciones naturales, las personas aprenden a gestionarse saludablemente, o sea, felizmente
Defensor de los youtubers
-Hay gente de su edad que se hace millonaria colgando vídeos en Youtube sin salir de casa.
-Fantástico. A mí los que me preocupan son los que se hacen millonarios deforestando el Amazonas, vendiendo armas a Arabia Saudí (ay, espera, ¡que somos nosotros!), o destruyendo las culturas indígenas de los pocos rincones de mundo que aún no están totalmente explotados. Sinceramente, que alguien haga vídeos en Youtube me parece que avanza más bien en la otra dirección: en lugar de grandes productoras como Hollywood o cadenas nacionales de televisión, al servicio del capital y la autoridad y encargadas de manufacturar el entretenimiento que consideran apropiado. ¿No es algo estupendo que personas cualquiera encuentren la manera de entretenerse unas a otras?»Hace tiempo que aprendí que lo difícil no es mostrar el lado amable, sino dejar que los demás nos muestren su lado amable»
«El mundo es un lugar bello, abundante y agradable, si sabes cómo vivirlo»
-En este congreso se busca el lado positivo, el de creer en las personas ¿tanto nos cuesta mostrar esa cara buena?
-Los europeos nacemos en una sociedad de personas viejas y asustadas esforzándose en vano por acaparar todo lo que han acumulado durante siglos. Para poseer la mayor parte de los recursos de la tierra, también hace falta poseer la mayor parte de los miedos, y así es como nos enseñan a temer la pérdida, a temer lo desconocido, a temer lo humano, incluso a temernos a nosotros mismos. Si las personas no ven las cosas de manera positiva, es precisamente porque así es como nos enseñan a pensar: al fin y al cabo, para vivir con miedo hay que saber ver las cosas de manera negativa. Yo no me preocupo ni me desespero: ya hace tiempo que aprendí que lo difícil no es mostrar el lado amable, sino dejar que los demás nos muestren su lado amable. Ponernos en la situación de necesidad y desamparo que les permita a los demás gozar de la oportunidad única e impagable de compartirse y querernos un poquito, que es uno de los mayores placeres que existen. Al fin y al cabo, el mundo es un lugar bello, abundante y agradable, si sabes cómo vivirlo.