Con el verano a la vuelta de la esquina y un calor que invita a darse un chapuzón en la playa o en la piscina a cualquier hora del día, es esencial recordar la importancia de prevenir ahogamientos infantiles, segunda causa de muerte accidental en Europa en menores de 19 años. Los pediatras afirman que la mejor forma de conseguirlo es la supervisión del niño que se encuentre próximo a cualquier medio acuático, «entendiendo como vigilancia adecuada cuando la distancia al menor es inferior a la longitud del brazo del cuidador, es decir, tenerlos al alcance».
Las piscinas unifamiliares y las situadas en comunidades de vecinos son los lugares donde mayor número de ahogamientos se registran, por lo que la Asociación Española de Pediatría (Aeped) propone que se establezcan unos mínimos de seguridad en el ámbito estatal, que a día de hoy no existen. «La colocación de vallas rodeando las piscinas podría evitar hasta el 50% de los accidentes», afirma la pediatra Lucía Galván, más conocida como ‘Lucía, mi pediatra’ en Internet.
Que los pequeños aprendan pronto a nadar y a flotar es una recomendación general, pero a pesar de todo nunca hay que dejar solos a los niños al borde de las piscinas o en la playa. «Los niños menores de tres o cuatro años, aunque sepan nadar, también se ahogan –recalca Lucía Galván–. Son presa del pánico al caerse al agua y no son capaces de salir a flote». La pediatra subraya que las clases de natación «en ningún caso sustituyen la supervisión por parte de padres o familiares», especialmente en menores de cuatro años.
una pequeña distracción de un adulto puede suponer un peligro para el menor
«En caso de niños mayores que sepan nadar, el adulto con experiencia o bien un socorrista, debe vigilarlos sin perderlos de vista y su atención dirigida en todo momento al niño o niños que se encuentran dentro del agua, evitando situaciones que puedan distraerle, como hablar por teléfono o conversar con otros», informan desde la Aeped. La presencia de socorrista también ha demostrado disminuir las cifras de ahogamientos, aunque esto tampoco implica abandonar la vigilancia de los pequeños.
la presencia de socorrista ha demostrado disminuir las cifras de ahogamiento
El adulto que supervisa a los niños debería saber nadar, realizar un rescate, iniciar maniobras de reanimación cardiopulmonar y pedir ayuda. «La protección cervical adecuada, el tiempo transcurrido desde el ahogamiento y la aplicación precoz de medidas de reanimación cardiopulmonar por personal entrenado resultan cruciales para mejorar el pronóstico en un ahogamiento», recalcan desde la Aeped.
Sistemas de seguridad
Respecto a los sistemas de seguridad infantil en el agua, los pediatras aconsejan evitar los flotadores redondos (pueden volcar, quedando el niño sumergido o, si es pequeño, el menor puede deslizarse por el agujero hasta llegar al agua), así como los manguitos o las burbujas de espalda. Los flotadores más seguros son los chalecos, según los pediatras.
en navegación, el uso de salvavidas es una medida especialmente efectiva
«Los niños y niñas pequeños, así como cualquier menor que no sepa nadar, deben llevar un chaleco salvavidas siempre que se encuentren a orillas de un medio acuático (río, mar, lago, embarcación, etc.)», indican desde la Asociación de Pediatras. En el caso de la navegación en cualquier tipo de embarcación de recreo, el uso de salvavidas es una medida especialmente preventiva en ahogamientos, como indica un estudio realizado en Estados Unidos de los fallecimientos relacionados con este tipo de actividad, que indica que el 86% de las víctimas no llevaba un dispositivo de flotación.
¿Cuándo aprender a nadar?
Las clases de natación y enseñar a sobrevivir en el agua pueden disminuir las tasas de ahogamientos en los niños. Es conveniente que aprendan a nadar a partir de los cuatro años. Sin embargo, la decisión de cuándo un niño debe iniciar dichas clases debe ser individualizada.
los pediatras aconsejan evitar flotadores redondos y manguitos
Existen estudios que afirman que iniciar las clases entre los uno y cuatro años disminuye el número de ahogamientos. Los padres deberán tener en cuenta la frecuencia de exposición al agua, la madurez emocional, las limitaciones físicas y otras cuestiones de salud, como la hipotermia o infecciones. Pero siempre es una decisión personal.
«Pero si solo fue un segundo»
«El agua es terriblemente peligrosa para un niño que no sabe nadar, así que siempre que estén dentro debemos vigilarlos, porque los accidentes ocurren, y suceden además cuando menos te lo esperas», afirma el enfermero de pediatría Armando Bastida, que insiste en que «basta que en ese momento estemos mirando para otro lado para que la vida del pequeño corra peligro».
En este sentido, Lucía Galván afirma en su blog: «¿Sabéis lo que siempre nos dicen sus padres [de niños que se han ahogado] rotos de dolor? ‘Pero si solo fue un segundo’. Un segundo es lo que hace falta para perderles de vista, contestar un mensaje de Whatsapp, una llamada de teléfono, un par de besos a esa persona que hace tanto que no ves… Un segundo, tan solo un segundo».