Los niños tienen cada vez más programado su tiempo libre. En ocasiones, el único modo de ‘conciliar’ la vida laboral con la familiar es tirando de comedor escolar y de actividades extraescolares que no siempre son beneficiosas para los pequeños. Aprender música, idiomas, practicar deporte o realizar actividades creativas es genial, sí, pero los profesionales recomiendan no abusar de este tipo de sesiones programadas, pues los niños necesitan tiempo para practicar el juego libre.
Los menores hoy en día tienen menos momentos de ocio. Hace unas décadas, las madres no solían trabajar fuera de casa y los críos jugaban a sus anchas durante toda la tarde, o bien compaginaban esos tramos de juego con alguna actividad extraescolar (un par de días por semana, como mucho). Hoy en día se vive una situación muy diferente: niños con actividades extraescolares que acaban convirtiéndose en obligaciones con niveles de exigencia, en ocasiones, mucho mayores que los de la escuela. Pequeños con agendas repletas de ‘responsabilidades’ que evitan ese tiempo de esparcimiento tan necesario para su edad.
Las actividades extraescolares deben seleccionarse en función de la edad del niño
Cuando practican demasiadas actividades, «al final del día pueden llegar a casa cansados y apenas tener tiempo para jugar con sus juguetes o con sus amigos, sin la posibilidad de organizar ellos mismos sus propias actividades, algo que puede ser tan educativo como una actividad programada por los padres», afirman desde la Asociación Española de Pediatría (Aeped), que recomienda también disponer de tiempo «para hablar con su familia y contar cosas que les han ocurrido en el colegio». Muchos críos no pueden permitirse ratos de juego espontáneo ni están predispuestos a establecer lazos de comunicación más estrechos con sus padres o hermanos: están agotados.
Niños más libres
Durante la infancia, es esencial dar ese margen de libertad a los pequeños, especialmente a los menores de seis años, para quienes el juego libre es una herramienta de desarrollo imprescindible. Mediante el juego libre o espontáneo, los pequeños expresan sus emociones positivas y negativas, desarrollan su imaginación para suplir aquellos escenarios u objetos que no tienen a su alcance, y satisfacen sus necesidades básicas de ejercicio físico, desarrollando su psicomotricidad.
En el juego libre, es el crío quien decide cómo, qué y con quién jugar
«En el juego libre es el niño el que decide cómo, qué y con quién quiere jugar, establece sus propias reglas, elige los materiales y decide el final del juego sin la intervención de un adulto. Entendiendo de este modo el juego, es fácil asumir que jugar implica probar límites, arriesgarse, ir un paso más de lo permitido y ser capaces de romper las reglas», explica el psicólogo Alberto Soler, quien subraya que «no hay que confundir el juego con el mero entretenimiento, ya que no tienen nada que ver. Mientras que el juego es activo y exige mucho del niño, el entretenimiento es pasivo, exige poco de él y está muy estructurado».
El juego espontáneo permite expresar las emociones a los pequeños
Facilitar este juego libre implica «que como padres nos pongamos cara a cara con nuestros propios miedos: que se hagan daño, que se metan en problemas, que se ensucien, qué dirá la gente de ellos, o cuestiones más prácticas como las limitaciones de espacios y tiempo», recalca Alberto Soler, que invita a los padres a liberar a sus hijos al menos durante un rato a no estar escuchándoles decir «así sí, así no, cuidado con esto, mira aquí, ve allá». Un modo más que eficaz para que desarrollen su autonomía.
Facilitar el juego libre implica que los padres se enfrenten a sus miedos
Dejad que se aburran
Tal como ha apuntado en diversas ocasiones el pediatra Carlos González, a los críos les falta tiempo incluso para el aburrimiento, que considera otra forma de juego. Precisamente para evitarlo, los pequeños son capaces de explorar, aprender y desarrollarse motivados por su curiosidad.
Durante los tiempos muertos, el niño aprende a estar consigo mismo
Los padres de hoy en día parecen obsesionados con evitar el aburrimiento del niño en toda situación. Cuando el pequeño muestra esta sensación, intentan por todos los medios ofrecerle instrumentos para que se diviertan pero, ¿conocen realmente los beneficios del aburrimiento? «El aburrimiento tiene aspectos positivos: estimula la creatividad; ayuda al niño a observar, a reflexionar, a imaginar, a crear. El tiempo muerto es un espacio en el que el niño aprende a estar consigo mismo», afirman en el documento ‘El tiempo libre de los niños’, del programa de formación continuada en pediatría.
Cuando se aburren, los niños buscan fórmulas para divertirse con imaginación
Utilizar la tecnología para mantener a los niños distraídos no es positivo, ni en casa ni cuando los críos tienen que pasar un rato aburridos fuera del hogar. «Ofrecer a tu hijo el dispositivo cada vez que tiene que esperar cinco minutos en el médico, en un restaurante o cuando tiene que hacer un viaje en coche, no le ayudará a desarrollar estas habilidades —apunta el Doctor en Psicología de la Salud y Neuropsicólogo Álvaro Bilbao—. Si tiene que esperar, que espere. Ya aprenderá a aguantarse o a entretenerse solo».