Llevo toda la vida teniendo la impresión de que llego tarde, de que cuando me toca a mí vivir o probar algo de lo que siempre escuché hablar maravillas, ya se ha acabado, ha cambiado, ha evolucionado a algo mucho menos sorprendente o directamente ha ido a peor. Es como si llegara a la función justo cuando echan el telón y tuviera que conformarme con escuchar los aplausos de un público entusiasmado que poco a poco van perdiendo fuerza hasta desaparecer. «La auténtica Eivissa la vivimos en los años ochenta», «Formentera era el paraíso», «Fue increíble ver a Freddie Mercury y a Montserrat Caballe actuar en la discoteca Ku», «Bob Marley te hipnotizaba» y así un sinfín de maravillosas afirmaciones que hacen pensar que, como ya recitaba el poeta castellano Jorge Manrique en el s.XV, «cualquier tiempo pasado fue mejor».
«Los que pudieron disfrutar del último concierto de Avicii en ushuaïa pasarán a la historia contando aquella noche»
De niña me encantaba escuchar a Cecilia y a Nino Bravo, pues para mis padres era lo más. Tanto me gustaban que todavía recuerdo fiel la letra de sus canciones y continúo aprovechando cualquier viaje o comida familiar para revivir esos momentos con los míos y sentir la ilusión y la inocencia de aquellos días. Le decía a mi madre «me gusta más la música de tu época que la música pop». Lo que realmente me gustaba, no era la música, era sentir lo que ella sentía y compartir su alegría al tatarear ‘Un ramito de violetas’ o ‘Un beso y una flor’. Al final lo importante son las sensaciones, cómo te encuentras en ese momento y lo que te transmite. Seguro que todos los que pudieron disfrutar del último concierto del recién fallecido Dj Avicii en Ushuaïa (2016), pasarán a la historia contando lo increíble y mágica que fue aquella noche, pues para ellos, jóvenes llenos de energía e ilusión nada podía superar ese momento irrepetible. No puede ser cierto, y lo siento por el poeta pero si llevamos con esta cantinela más de cinco siglos, ¿cómo vivirían a.c.?. Necesitamos convencernos de que también estamos en el lugar y momento preciso y quitarnos de este síndrome de Jorge Manrique para empezar a apreciar lo que nos toca vivir, lo que nos rodea, lo que dentro de unos años recordaremos como lo irrepetible. Disfrutar de lo que ya no existe ni existirá porque lo acabamos de vivir en primera persona y ya solo nos queda contarlo y hacer que otros deseen vivirlo con la misma intensisdad que nosotros.