Parece imposible parar un momento. Resulta difícil el simple hecho de tomar la decisión de hacerlo. La sensación de ahogo se aumenta con el vértigo de asomarse a la tranquilidad, a la quietud. La vida está para vivirla y disfrutar de ella al máximo y por eso nos embarcamos en mil proyectos, compromisos y redes sociales a la vez, para no tener la sensación de estar perdiendo el tiempo, de perdernos algo en el camino. Encendemos motores que arrancan sueños, ideas, ilusiones, amistades, familias, responsabilidades y nuevos perfiles de nosotros mismos. Encendemos tantos motores como somos capaces en cada momento. Pero llega un día en el que el ruido de todos ellos funcionando al mismo tiempo no nos deja escuchar. No oímos, no entendemos y no sabemos cuál de ellos es el que hay que apagar para escuchar a los demás.
Para cuando
llega el momento de parar,
nuestro cuerpo
ya nos ha gritado unas cuantas veces
Entonces nos planteamos parar, detenernos. Pero no queremos perder el tiempo y nos parece imposible. No lo es. No somos imprescindibles y el que se lo crea, se equivoca. Para cuando llega el momento de parar nuestro cuerpo ya nos ha gritado unas cuantas veces en forma de alergias, herpes, estrés, ansiedad y bajada de defensas en general. Había tanto ruido a nuestro alrededor que no lo pudimos oír, hasta hoy. Para, frena, suelta el acelerador y ordena porque solo así podrás empezar de cero. Cuando arranques de nuevo hazlo desde la cordura y dejando siempre en primer lugar en latido de tu corazón. El único motor que has de oír cada día para vivir feliz sin perderte ni una sola de las fiestas a las que tienes que ir. El único que te guiará por tu verdadero perfil, tu verdadero yo.