Es muy habitual que, cuando se empieza una relación con una persona, se quiera conocer el lugar en el que reposa. No solo por lo evidente, sino porque de ahí se puede sacar mucha información. Una manía, que he descubierto que no solo me pertenece a mí, sino a varias personas de mi entorno y género, es la de comenzar a adaptar los aposentos de nuestras parejas casi antes de saber si en realidad somos o no el uno para el otro. Compramos cojines, cuadros, manteles.
Recolocamos muebles, armarios, cajones y hasta pintamos si hace falta con tal de sentir un poco de nosotros mismos en nuestra nueva conquista. Colonizamos así parte de la vida de esa persona hasta hace poco desconocida. ¿Por qué será? Para mí, llegar a casa, o a la casa donde paso la mayor parte de mi tiempo de descanso y desconexión tiene que ser placentero y relajante. Sin embargo, me doy cuenta de que no en todas las etapas de mi vida me ha relajado el mismo decorado, ni los mismos materiales o colores.
Mis casas cambian a medida que yo cambio. Cuando conocí a mi pareja, con quien convivo hace seis años, mi casa era amarilla, rosa, morada y de todos los colores. Había cuadros, colgantes y lámparas estrelladas de diferentes tonalidades por cada rincón.
«mis casas cambian a medida que yo cambio» «Si los ojos son el espejo del alma la casa es el reflejo de uno mismo»
Era una auténtica fiesta frente a la más solemne y fría casa de alquiler donde él vivía. Al irnos juntos a vivir mi decoración multicolor pasó a ser más neutra y relajada aunque sin llegar al minimalismo de su soltería. Nuestras vidas se fusionaban y nuestras paredes así lo reflejaban. Ahora, tras varios años nos toca dar un paso más en este aspecto decorativo de nuestras vidas.
Estamos terminando de montar casi de cero nuestra primera vivienda en propiedad y sorprendentemente a pesar de que el día que nos conocimos nuestras paredes y gustos estaban totalmente enfrentados, desde el primer momento en que empezamos a elegir materiales, colores y diseños hemos estado de acuerdo y en sintonía. A pesar de ser muy distintos, ambos queremos lo mismo para nuestra vida en estos momentos y nuestras paredes hablan de ello pues, si los ojos son el espejo del alma, la casa es el reflejo de uno mismo.