Éramos mayores para subirnos en los columpios del parque pero nos gustaba escondernos en la casita de madera mientras esperábamos a que nuestros padres nos vinieran a buscar después del cole. Antes de llegar al pequeño refugio solíamos pasar por la tienda de chuches y dependiendo de la recaudación del día nos comprábamos gominolas o gominolas y alguna bolsa o chocolatina. Todo iba a medias eso sí y algo siempre caía. Un día estando mi amiga y yo escondidas en nuestro palacio de azúcar y pica-pica, escuchamos la conversación entre dos niñas pequeñas. «Yo voy a pasar primero, vale? Tú tienes que esperar que con lo gorda que estás puedes romper el puente». La niña «gorda» asintió con la cabeza con toda normalidad y se quedó esperando a que su compañera le diera luz verde. Creo que no tendrían más de seis años, si llegaban.
«Estar gorda o gordo entonces erA razón suficiente para que se metieran contigo en clase»
Nos miramos alucinadas, las dos pensamos lo mismo; lo que para aquellas pequeñas criaturas era algo normal y nada despectivo, en un par de años se iba a convertir en una auténtica pesadilla. Una pesadilla porque estar gorda o gordo era entonces razón sufiente para que se metieran contigo y fueras el hazmerreír de la clase. Sentí lástima, las dos la sentimos y continuamos en silencio saboreando nuestras ácidas y sabrosas gominolas. «¡Qué fuerte!!» Fue lo único que comentamos. Ser un niño obeso se está normalizando. En los últimos cuarenta años España ha cuadruplicado sus niños obesos según datos de la OMS. Mientras nosotras nos alimentábamos a base de gomas de azúcar en los noventa, los niños del siglo XXI se alimentan a base de comida envasada aparentemente sana pero con tanto contenido en azúcar o más que nuestras gominolas. Un engañabobos. Además, su merienda ya no es un trozo de pan de leña con embutido. La bollería industrial inunda los supermercados y las estanterías de las cocinas en las casas españolas. Grasas hidrogenadas, harinas refinadas, azúcares en exceso, sulfitos, nitritos, almidones y toda una serie de añadidos insanos que están provocando un serio problema de salud en los más pequeños. Nuestro futuro. No eran sanas las gominolas pero menos lo serían si al llegar a casa en vez de un plato de lentejas o un estofado nos hubiéramos encontrado cada día una lasaña, una pizza o cualquier otra cosa precocinada.