El papel pintado cubría la casa de mi abuela y el gotelé, la mía. Corrían los ochenta y ni mi abuela se planteaba cambiar las paredes de su casa, que para ella de lo más moderno, ni mi madre se imaginaba lo que podía llegar a arrepentirse de haber pintado con ese estilo las paredes.
Las formas simples y neutras son siempre un acierto para no aburrirse ni tener una casa pasada de moda. De todas formas, no todo en la vida tiene que mantenerse hasta el fin de los días. Me sorprendía hace no muchos años cómo en otros países del norte de Europa cambiaban la decoración de sus hogares cada cierto tiempo.
Esa costumbre que antes resultaba tan exótica es cada vez más habitual en nuestro país. Llega el otoño y no solo el exterior de nuestros hogares se transforma. Sacamos alfombras, guardamos mosquiteras, estrenamos lencería cálida e incluso luces y mobiliario para hacer de nuestro refugio un lugar más acogedor.
«las formas simples y neutras son siempre un acierto para no aburrirse ni pasarse de moda»
El papel pintado vuelve a ser tendencia y aunque nuestras abuelas lo mantenían de por vida, ahora, como casi todo, es de quita y pon. Un simple papel, una mano de pintura, un revestimiento vinílico o un cambio en la iluminación puede hacer que, de repente, una zona aburrida, triste u olvidada se convierta en nuestro rincón favorito. Así de fácil lo tenemos ahora.
La vida corre deprisa y todo nos cansa rápidamente. Antiguamente si se llevaban, por ejemplo, las cocinas de madera. Esta moda podía durar años pero ahora, si lo que se lleva son las cocinas en acabado mate, el año que viene se llevarán en brillo de nuevo y así sucesivamente.
De la misma manera que todo vuelve, como la moda del papel pintado, ahora también todo se va. No nos casamos con nada, tan siquiera con los muebles ni con la decoración de nuestras casas. Nos gusta el cambio, la innovación. Nos gusta sentir que estrenamos, que disfrutamos de rincones distintos y es que al final es en nuestro hogar donde todo empieza y donde todo acaba.