Quedarse a pasar las fiestas es una gran opción que recomiendo encarecidamente. La primera vez que lo hice vinieron mis padres a verme y la segunda han repetido. Dicen que si la montaña no va a Mahoma, Mahoma irá a la montaña. Recibir a mis padres en estas fechas de clima no tan amable como en primavera o verano significa abrirles las puertas de casa literalmente y por muchas horas. Algo a lo que no estamos tan acostumbrados por aquí. No hace mucho frío, pero en Navidad comer en un restaurante y pasar la tarde en la habitación de un hotel no es lo más agradable. Esto significa que el tiempo que compartimos cuando vienen en Navidad se multiplica por diez y eso les llena de tanta satisfacción que se quedan contentos para el resto del año. Pero hay que aceptar que los padres son así, siempre quieren más de sus hijos. Más tiempo juntos, que les presten más atención, que les pongan por delante del resto del Universo. Pero para eso son padres. Creo que tienen derecho “a querer” otra cosa es que lo consigan.
Para los que vivimos aquí pero tenemos a nuestra familia fuera, pasar las navidades en casa, la nuestra de verdad es algo atípico. No solemos recibir familia en casa sino amigos y no cantamos en Navidad, más bien bailamos. Pero cuando ya llevas unas cuantas temporadas de invierno en la isla cada vez cuesta más salir. Cuesta en todos los sentidos.
«sea donde sea, las fiestas, con nuestros seres más queridos»
Estas fechas siempre traen anécdotas y cantar villancicos y llenar la casa y las vacaciones con energía familiar, si es buena, es una gran idea por más que vivamos en el paraíso. Me di cuenta de ello cuando les propuse a mis padres ir a desayunar a una terraza de Talamanca. El mar de frente, el sol brillando, algo exótico para un burgalés en Navidad, pensé. Pero mi madre se quedó mirándome fijamente y de repente me soltó, “nunca me había fijado en cómo lees el diario, en cómo pasas las páginas, en cómo te fijas en todo”, la miré extrañada y ella continúo diciendo, “no es algo que suela verte hacer”. Me dejó pensativa. La exótica para mi madre era yo más que el paisaje. Hace tantos años que vivimos lejos que hay cosas que ella se ha perdido de mí, de mi evolución como persona y yo de ella también. Cosas simples como leer las noticias, cosas que para una madre son la esencia de ese ser que un día tuvo dentro y de quien le extraña no saber cómo pasa las páginas de su vida. Cosas que un día cualquiera, aunque no se en Navidad merecen compartir.