Diario de Ibiza solicita mi colaboración con motivo de celebrarse el ciento veinticinco aniversario de su presencia en nuestra sociedad. Son muchas velas para mi tenebrario y, además, me expongo a la parcialidad porque personalmente he sido responsable de portar y encender alguna que otra candela. Pero la buena relación mantenida a lo largo de mi vida con nuestro Diari –a pesar de los pesares– me anima a aceptar tan amable invitación.
Se pierden en el pasado –los años todo lo esfuman– mis primeras lecturas en nuestro más que centenario matutino que, diariamente, recibÃamos en casa junto con el Baleares aunque éste, al editarse en Palma, llegaba con dos o tres dÃas de retraso. Del Diari, que solo tenÃa cuatro páginas, leÃa con curiosidad la colaboración firmada por I. Macabich, titulada De la Tierra, casi siempre sobre temas de cultura local.
Quiero empezar escribiendo que se me hace difÃcil ajustarme al guión solicitado: Evolución de la cultura ibicenca en los últimos ciento veinticinco años –la edad de nuestro Diari–. No le puedo dedicar el tiempo necesario que exige esta investigación y, a priori, sé que no quedarÃa satisfecho por la cantidad de lagunas que el crÃtico lector encontrarÃa, con razón, en el trabajo. Me fiaré de la memoria –si bien setenta y seis años pesan– e intentaré recordar y comentar algunos aspectos de la transformación de la cultura en nuestra Isla, principalmente las décadas por mà vividas.
Muchos antepasados morÃan sin conocer todos los municipios de la isla
Decir, aunque sea una cuestión colateral sobre el tema encargado, que conviene tener en cuenta las diferencias existentes en Eivissa entre camp i Ciutat. El aislamiento de nuestros pueblos entre sà era habitual. Muchos antepasados morÃan sin conocer todos los municipios de la isla y esta incomunicación tenia sus consecuencias en algunos aspectos. Por ejemplo en la forma de hablar. Cualquier ibicenco sabe distinguir perfectamente quién es de Sant Josep de sa Talaia, de Sant Antoni de Portmany o de Vila.
Cada lugar, sus costumbres
No se elabora de la misma manera la salsa de Navidad en es Pla de Vila que en es Cubells; ses orelletes no tienen la misma forma en todas las localidades; no se cantan los mismos passos de Semana Santa en Sant Vicent de sa Cala que en Sant Agustà des Vedrà . Incluso en algunos bailes los especialistas han encontrado diferencias entre pueblos. S’adreç es originario, al parecer, des Pla de ses Salines y desconocido en el resto de la isla. Algunas casas son multicolores en el este y predominantemente monocromas en el oeste; la toma de posesión del cargo de obrer no sigue el mismo protocolo en todas las parroquias. Si siguiéramos investigando encontrarÃamos más diferencias interpueblos a pesar de la reducida extensión de nuestra Eivissa.
La sociedad ibicenca ha cambiado bastante sus hábitos ancestrales
Analicemos ahora los cambios sufridos en algunos aspectos de nuestra cultura. Veamos, en primer lugar, la evolución de nuestro costumbrismo marcado en gran medida por el peso social que la Iglesia ha ejercido. Cualquier lector/a que sobrepase los cincuenta años estará de acuerdo, creo, en aceptar que la sociedad ibicenca ha cambiado bastante sus hábitos ancestrales en casi todos sus aspectos y muy especialmente en lo referente a sus usos y costumbres ligadas al calendario religioso. Se podrá decir que los actos de Semana Santa están muy concurridos. Que los funerales llenan las iglesias. Pero el abarrotamiento de la nit de Nadal ha desaparecido. Aunque una oreneta no fa estiu y quizás vale más la calidad que la cantidad. Es cierto que Cáritas y Manos Unidas tienen respaldo popular y hay que agradecerlo. También es verdad que cuando surge un caso de emergencia se recibe el respaldo y la solidaridad de la sociedad y de las instituciones. Fuenteovejuna también está presente en Eivissa. Pero no es menos cierto que aumentan los matrimonios civiles y, por ende, decrecen los religiosos. Que las iglesias están vacÃas de jóvenes. Que muchos niños eligen alternativas a la clase de religión católica o que se solicitan permisos para edificar mezquitas y que hay una fuerte crisis de vocaciones.
Tradiciones abandonadas
Los signos externos no son conditio sine qua non para mantener las creencias sostenidas por la fe, pero reconozcamos que en Eivissa hemos dejado en la cuneta algunas tradiciones que mantenÃan encendida la llama del costumbrismo ligado a la religiosidad. Por ejemplo: la sal passa que consistÃa en la bendición de cada una de las casas del pueblo por el sacerdote y que favorecÃa un trato personal de los miembros de la familia con su párroco. La rotación de las capelletes por todos los hogares de las véndes apoyaban el fuego sagrado del credo. Pocas parroquias conservan esta hermosa y bucólica estampa de ver a la familia de Nazaret atravesando valles y sorteando torrentes. La predicación cuaresmal de la missió era –y sigue siendo en los lugares donde se lleva a cabo– un aldabonazo anual a las conciencias. Las populares procesiones dominicales –en mi pueblo una o dos al mes pagadas por agradecidas familias– eran la demostración popular de las creencias de unas gentes. Don Isidoro Macabich clamaba, sin éxito, para que se recuperara la tradición de que los padres, a los pies del altar, bendijeran a sus hijos el dÃa de la boda. Los avances de la medicina han borrado del mapa el tintineo de la campanilla que, de dÃa o de noche, anunciaba que se acudÃa en ayuda espiritual de un moribundo. Ahora, en general, la gente no fallece en su domicilio. Afortunadamente han desaparecido, creo, los llamados cementeris des cans donde se enterraban aquellos que se suicidaban o morÃan en casas de prostitución. También está en desuso – ¡menos mal! – aquella rarÃsima costumbre de intentar poner en algún rincón de la iglesia restos de la placenta de una criatura que habÃa nacido vestida. IncreÃble pero cierto.
Desgraciadamente la anciana que me lo contó ya no está entre nosotros. Y para terminar y ya que he citado a una mujer, quiero evocar la hermosa imagen de aquellas desposadas que al cabo de cuarenta dÃas de haber parido se arrodillaban a los pies del altar y sosteniendo al recién nacido con el brazo y la mano izquierda y con una vela encendida en la diestra, eran protagonistas de la ceremonia de la purificación. O tempora, o mores.
Patrimonio cultural
En un principio pensaba escribir, acorde con lo solicitado, sobre la evolución que, en diferentes campos, ha tenido Eivissa en el último siglo. Y querÃa centrarme, aunque fuera superficialmente, en la religión, el patrimonio histórico-artÃstico, la música –culta y popular– la literatura, la arquitectura y el urbanismo. Me he extendido demasiado en los cambios –o pérdidas– que ha sufrido nuestro pueblo en lo referente a las manifestaciones externas de la fe y no quedará espacio para el resto. Sin embargo, para no ser monotemático quiero esbozar algunas reflexiones sobre nuestro patrimonio cultural. Mi ocupación y preocupación de siempre.
Y el primer monumento que acude a mi memoria –y a mi vista– son nuestras murallas renacentistas que, afortunadamente, se salvaron de su pretendida destrucción y que apenas han sufrido variación importante alguna si exceptuamos la espléndida imagen nocturna de su iluminación. Lo que sà ha cambiado es el museo arqueológico de Dalt Vila. Ha pasado de estar abierto a cerrado. Quousque tandem.
También ha variado la titularidad de alguno de nuestros lugares y monumentos emblemáticos. De propiedad privada han pasado a pública: es Culleram, el poblado de sa Caleta, es molà d’en Porxet y el de Puig d’en Valls, can Llaudis, la necrópolis de Puig des Molins, el museo etnológico de Can Ros –la casa pertenece a la Fundació Illes Balears y la colección al Consell d’Eivissa–, ses Pallisses de Cala d’Hort, sa torre de sa sal Rossa, la zona arqueológica de sa Capelleta, es molà d’en Simón i sa punta des Molà y posiblemente algún otro enclave que se me escapa. No olvido que se hicieron las gestiones pertinentes para la adquisición de sa Cova de santa Agnès pero, desgraciadamente, no dieron resultados positivos. A lo más que se llegó, cumpliendo un deseo de Isidor Macabich, fue a su restauración, aunque aquella fiesta anual que en torno a sant Bartomeu allà se celebraba, ha sido borrada del calendario. Tampoco está abierta diariamente al público como ocurria hace algunos años. ¿Por qué?.
De la dinamita de es culleram hemos pasado a la «caricia» de las delicadas brochas
En estos tiempos pasados –y presentes– se ha trabajado mucho en el campo de la arqueologÃa. Se ha avanzado respecto a las técnicas empleadas por aquellos «profesionales» de principios del siglo pasado, con Carlos Román a la cabeza. De la dinamita de es Culleram hemos pasado a la «caricia» de las delicadas brochas. Y todo lo hallado en Eivissa se guarda, mayoritariamente, en el museo de Puig des Molins, digna puerta abierta de nuestro pasado.
No podemos olvidar, por inusual en nuestra sociedad, la donación que hizo al Estado NarcÃs Puget Riquer que ha permitido a ibicencos y forasteros poder contemplar en Can Llaudis la magnÃfica obra de dos pintores, padre e hijo, que con óleos y acuarelas nos han dejado una polÃcroma visión de nuestro más bello costumbrismo. También nos hemos concienciado de la importancia del arte contemporáneo y tenemos un museo, el M.A.C., que muestra las últimas tendencias de propios y extraños.
Nuestro patrimonio religioso está salvaguardado, dentro de las posibilidades y voluntades. Creo que todas las iglesias están dignamente protegidas, aunque todo es mejorable. Los tesoros patrimoniales que se salvaron de la guerra civil –que no solo fue un desastre social sino también una irreparable pérdida de nuestra riqueza artÃstico-religiosa–, se guardan en la catedral y en su museo, en las parroquias y en el monasterio de ses monges tancades.
Los archivos de la isla –casi todos– son motivo de preocupación y atención por parte de los organismos competentes. De aquel desorden de antaño hemos pasado a la conservación y estudio de nuestros históricos documentos. La Iglesia, el Consell y los municipios –algunos– dedican espacios, recursos y personal para conservar y estudiar tan callado tesoro.
Debo concluir este periplo regresando, como los navegantes, al puerto de partida. Me hubiera gustado, como he dicho antes, acercarme a otros caladeros, muy especialmente al de la literatura – un campo al que he dedicado mi vida profesional– sin olvidar la arquitectura, el urbanismo, la música o tanta otras abundantes pesqueras. Será en otra singladura. Y para no faltar a la costumbre de apoyar mis teorÃas con alguna frase célebre, recordaré aquella de nuestra inmortal novela: altro canterá con miglior plectro.