Hay procesos técnicos muy simples que a ojos del observador pueden incorporar un componente de magia, o de alquimia, una apreciación que se multiplica cuando se trata de un proceso complejo, que mezcla imágenes, colores, olores y sonidos nuevos y sorprendentes. Cuando pensamos en una rotativa lo hacemos en todos esos centenares de bobinas y engranajes girando a toda velocidad y moviendo una inacabable tira de papel de un lado a otro, como si el propio papel fuera la cadena que hace que todo se mantenga en movimiento, la correa de transmisión de la maquinaria. El rollo entra virgen por un extremo y pronto lo vemos coloreado, aunque indefinible por la velocidad de la carrera, y más tarde cortado, plegado, apilado, atado y convertido en fajos de periódicos aún calientes que contienen toda la información del día y que pronto estarán en los puntos de venta a disposición de los lectores.
Pero ese momento vibrante y reconocible es la parte más breve del proceso. En apenas veinte minutos de terremoto los periódicos han recorrido casi un kilómetro de maquinaria y esperan en la salida de la rotativa a ser distribuidos.
el ordenador imprime directamente sobre la plancha de aluminio
Para que la magia se desate hay que desarrollar primero un trabajo meticuloso y concienzudo. Es necesario que todo esté en orden y en su sitio porque cualquier mínimo error puede dar con una buena parte de la tirada o la tirada completa de vuelta al reciclaje.
En la rotativa de Artes Gráficas Ibiza, de Diario de Ibiza, las páginas comienzan a entrar sobre las ocho de la tarde. Al principio solo son avisos en una pantalla de ordenador. Cuadraditos negros con el número de la paginación del día que se van poniendo en verde cuando ya están a disposición del encargado de Preimpresión.
Esta noche esa labor le corresponde a Vicente Román, conocido exfutbolista y entrenador de varios equipos ibicencos. Román comprueba las páginas, en formato pdf, que van llegando. Revisa que estén enteras, con textos y fotos, con la fecha, el precio y las marcas correctas. Las ‘aprueba’ y ordena la impresión de las planchas.
Las rotativas modernas, como la de Es Diari, eliminaron hace tiempo, y para enfado de los cerrajeros que las usaban para abrir puertas, el engorroso proceso de los fotolitos, los negativos de las páginas que se insolaban para crear el positivo sobre la plancha. Ahora se imprime directamente sobre la plancha de aluminio a través de una procesadora. En la rotativa hay dos, que a partir de las diez de la noche ya están a pleno rendimiento. Normalmente se usa una para las páginas en blanco y negro y otra para el color. Cada página de color necesita cuatro planchas para el modo CMYK (cyan, magenta, amarillo y negro), que una vez mezclado dará el color real.
De la procesadora de planchas salen con las imágenes impresas directas por un carril rodante hasta la dobladora, que dobla los extremos y los troquela para que luego puedan ser ajustadas en los cilindros de las torres de impresión. Cada plancha se usa solo una vez y el aluminio se devuelve a la suministradora para que lo recicle. Pronto volverá a ser otra plancha que dibujará cualquier periódico del mundo.
De la dobladora hoy saca las planchas Felipe Stamatoiu, que vuelve a comprobarlas y las coloca por orden para facilitar el siguiente paso, que hace él mismo junto a Rafa Gil.
la rotativa es capaz de imprimir 37.500 ejemplares de 64 páginas en una hora
Este es el momento de la verdad, el más complejo y delicado. Es la una menos veinte de la madrugada. Las planchas se bajan al piso inferior y se montan una a una sobre los cilindros de las dos enormes torres de impresión de la rotativa, cada una de dos plantas, que contienen los rodillos de tinta. En la torre uno se montan las de blanco y negro, hasta un máximo de 48, y en la dos las de color, con un máximo de 16 (también 48 planchas). Cada una en su orden correcto para que no salga ninguna página cambiada de sitio o del revés y el lector no tenga que estar dándole vueltas al Diario mientras toma un café. Si se quieren imprimir más de 64 páginas se hacen dos tiradas que al final se encartan mecánicamente, pero no adelantemos acontecimientos.
La rotativa es una Koenig & Bauer de dos cuerpos capaz de imprimir en una hora se pueden imprimir unos 70.000 ejemplares de 32 páginas ó 30.000 ejemplares de 64 páginas en una hora a toda máquina.
Bobinas de 27 kilómetros
En el extremo se coloca la bobina de papel, de 750 mílímetros de ancho para Diario de Ibiza, con un peso de 750 kilos y una longitud variable que puede llegar a los 27.000 metros. Vamos, que si la tiramos rodando desde Sant Antoni, llegaría a Vila por la carretera y podríamos seguir hasta el aeropuerto.
En la sala de al lado están los tinteros. Bidones de una tonelada de tinta que la envían a las torres de impresión. Cada color va por una tubería del mismo tono, para que no haya errores.
con un movimiento del ratón se sube o baja la intensidad de los colores
Todo listo para que empiece la magia. En un momento todo vibra y huele a tinta y se produce un concierto de miles de pájaros y violines distorsionados. El papel blanco pasa por las torres de impresión, de donde sale en colores difuminados por la velocidad, como un paisaje visto desde la ventanilla del AVE. Y en un continuo va directo a la plegadora, que lo corta y lo pliega. Entonces los diarios ya toman forma y salen por una cinta transportadora hasta su siguiente estación. En este punto Rafa Gil va recogiendo algunos, comprueba que los colores están bien y da los últimos ajustes en los pupitres de impresión, dos ordenadores que controlan el proceso. Con un movimiento del ratón sube la intensidad del negro o baja la de amarillo en busca de imágenes reales. Cada noche se desechan algunos centenares de ejemplares antes del ajuste definitivo del color.
Un diario en cada pinza
Cuando se llega a la imagen deseada sigue el proceso. La cadena TTR sube los diarios, cada uno en su pinza, al piso superior, a la zona de cierre. Si ese día no hay doble tirada o suplementos o encartes publicitarios el proceso es más sencillo. La cadena lleva los diarios hasta la apiladora, que hace montones de entre 50 y 100 ejemplares, y de ahí por otra cinta hasta la flejadora, que los ata en ‘manos’ de 25. Esta noche están en el cierre Pablo Galicianu y Fidel Corituma. Controlan que los bloques salgan correctamente y una vez atados los distribuyen en diferentes montones para cada distribuidor, según los pedidos de cada punto de venta anotados en un albarán, y también para que lleguen puntuales a los muchos suscriptores.
la apiladora amontona los ejemplares y la flejadora los ata en ‘manos’ de 25
Si hay dos tiradas o un suplemento, los diarios pasarán por otra estación antes de ser apilados y atados. La cadena los lleva entonces a los anillos de la estación de enrollado (MID), que desenrrolla cada ejemplar y lo vuelve a enrollar con la doble tirada completa o con el suplemento dentro, muy reconocible porque los extras llevan un papel de mayor calidad –45 gramos para el diario normal y 60 gramos para los suplementos–.
De la enrolladora siguen viajando por la cadena hasta el ETR, el tambor encartador –conocido popularmente como ‘el bombo’–. Este es otro momento con un aire mágico, o de prestidigitación. Los diarios entran en unas enormes ruletas y se les embuchan los encartes publicitarios, los pequeños folletos, que llegan desde las encartadoras. Hasta un máximo de cuatro. Todo ocurre a gran velocidad y en pocos minutos los ejemplares ya están en la apiladora con todo en su sitio para esperar a la distribución.
Desmontaje y limpieza diaria
Además de los citados, la plantilla la completan Guillermo Damario, Carlos Bonilla, Cristina Yern, Juan Torres y David Escandell, y también el incombustible Juan Gascón.
Pero el trabajo no ha terminado. Ahora toca el desmontaje de las planchas y la limpieza de la máquina, porque puede parecer que la tinta lo tiene todo como el delantal de Carpanta, pero al final de la noche la rotativa y la nave entera quedan inmaculadas para que el Diario del día siguiente salga perfecto.
Los últimos en llegar a la rotativa, o los primeros, según se mire. son Vicente Yern, el jefe de planta, y Martín García, ambos con más de tres décadas de experiencia en la empresa. Ambos acuden cada mañana para asegurar el mantenimiento de una máquina que solo descansa tres días al año, y controlar que cuando las lucecitas verdes vuelvan a encenderse en el ordenador de preimpresión solo unas horas después, las planchas, la tinta, las bobinas, el papel… todo esté esperando para que las noticias vuelvan a llegar hasta el lector.