¿Quién no ha tenido nunca un día o incluso varios en los que no le apetece ver a nadie? Todos soñamos alguna vez con perdernos y desaparecer del mapa. Hace unos años me parecía impensable sentirme atraída por una idea como esta. Sin embargo, hoy veo que es necesario de vez en cuando tomarse un respiro y desconectar del mundo. Es sano, reconfortante y estoy segura de que ayuda a vivir más.
Al menos, más feliz, más relajado y menos agobiado por el ritmo frenético del 2018. Ibiza y Formentera no están perdidas en el mapa pero son tan chiquititas en el conjunto terrestre que cuando le doy el mapamundi a mi hijo de tres años y le pregunto dónde estamos se agacha todo lo que puede, cierra la boca en forma de «o» y me dice «aquí mamá».
Al principio, cuando le señalaba dónde vivíamos él se negaba a aceptarlo y apuntaba a África o la Península. La idea de habitar en un sitio aparentemente tan «insiginificante» no le gustaba nada. Le expliqué, a mi manera, la suerte que tenía de haber nacido en esta isla chiquitita. Dibujamos las montañas llenas de pinos verdes y el mar repleto de vida.
«sin llegar a perdernos, ni tampoco a encontrarnos en una isla perdida, tenemos un sueño en nuestra casa»
Calamares, pulpos, atunes y roges. Gastamos pintando toda la gama de azules, los turquesas, los verdes y los violetas. Nos subimos a bordo de un barco pirata y atravesamos mares y océanos imaginarios hasta llegar en media hora a una paradisíaca isla no desierta pero casi. El tiempo se detuvo desde el mismo instante en que pisamos suelo firme.
Los niños corrían por las calles a sus anchas detrás de una pelota o de una mosca. Llegamos a un gran faro donde encontramos una cueva subterránea en la que refugiarnos de la lluvia y de los corsarios. Fue inolvidable y, después de una aventura así, Ibiza y Formentera, esos pequeños puntos en el mapa, son para él un tesoro del que se siente orgulloso. Sin llegar a perdernos ni tampoco a encontrarnos en una isla perdida, los que tenemos la suerte de vivir en las Pitiüses tenemos el sueño de cualquier ciudadano de este mundo en la puerta de casa. Darlo a conocer más allá de los meses de calor es una labor costosa. Pero, por si funciona también allí, llevaré a Fitur una caja de pinturas nueva.