“(…) El documental ibicenco no ha conseguido reflejar con exactitud todos los valores cinematográficos que en la isla se encierran. Para hacer una pelÃcula de Ibiza hay que enfrentarse valientemente con los exteriores amplios y arriesgados; bien está el detalle y la introspección minuciosa de la cámara en el costumbrismo local, en el tÃpico folklore, pero eso no es todo: quedará siempre el campo, el mar y la playa, –ni una sola recordamos que aparezca como tal en la cinta– el pasaje y el relieve natural de la belleza panorámica; marco necesario para encuadrar las escenas de un documental sobre la isla blanca. Y eso no se ha conseguido realizar por completo esta vez (…).
Que si Ibiza no ha podido entrar Ãntegra por el tomavistas del operador será porque la isla y la ciudad tienen mucho de único, difÃcil y maravilloso. Pero si en el rollo de celuloide no se ha dado tampoco cabida a lo ficticio e irreal –peligro que existÃa– es porque la luz ibicenca cautivó a quienes quisieron captarla, haciendo que entregaran al lienzo blanco de la pantalla, en justa correspondencia, una pelÃcula sin desvarÃos ni suplantaciones. Y eso ya es un mérito.
C. R.
(Texto original)
Diario de Ibiza.
25 de marzo de 1948