Dentro de 100 años seguramente algún periodista de Formentera leerá estas lÃneas que resumen una parte de la historia de esta isla a través de estas páginas. Claro que, quizás, no existirán los periódicos de papel y los digitales habrán cambiado de forma y concepto. La comunicación entre las personas será distinta a como la concebimos ahora por lo que resulta complicado imaginarse a ese periodista del futuro. ¿O quizá no existirá?. Me cuesta verlo escudriñar entre los archivos digitales, y más aún entre los de papel, en busca de alguna referencia esclarecedora que le lleve a desentrañar algún misterio suspendido en el tiempo.
Quiero pensar que el soporte sobre el que trabajarán los profesionales de la información y la manera en la que la trasmitirán será totalmente distinta. Los ordenadores y dispositivos móviles que manejamos ahora no existirán tal y como los conocemos. Los avances de la ciencia, la fÃsica cuántica, el genoma humano y la nanotecnologÃa habrán podido reproducir, en forma de algoritmos que ahora se desarrollan en las pizarras de las universidades, las relaciones que se establecen entre los átomos y que superan con mucho lo que conocemos hasta ahora en la transmisión y gestión de la información. Quizá, en ese futuro incierto, la propia escritura habrá desaparecido. Aunque ahora ese momento nos parezca lejano, avanza a pasos de gigante.
El periodista del futuro en una isla como Formentera deberá seguir haciendo lo mismo que hicieron los primeros periodistas. Y es sencillamente escuchar, observar, analizar y cuestionar lo que ve y vive cada dÃa. Seguramente todos los periodistas que han trabajado y trabajan para Diario de Ibiza en Formentera han estado movidos por ese mismo espÃritu. Un oficio que implica un necesario contacto humano que permite valorar la emoción, la pasión, la ilusión, la creación, la entrega de los interlocutores y su cercanÃa pero también su frustración, desengaño, miedo, enfado e indignación ante determinadas situaciones que finalmente marcan la evolución de esta sociedad insular.
El primer periodista de la isla
Para encontrar al primer corresponsal que tuvo Diario de Ibiza en Formentera hay que remontarse a antes de la Guerra Civil española. Era Joan Mayans Castelló -Joan Guillem-, secretario del Juzgado de Paz de Formentera que firmaba sus columnas bajo el seudónimo de Casimiro, entre los años 1925 y 1936.
Es Diari mantiene desde los años 80 a un periodista en la isla
En la época de posguerra, aunque Es Diari se recibe cada dÃa mediante suscripción que llegaba por correo, no aparece ninguna firma que cubra de forma permanente la actualidad insular. Asà continúa la situación durante décadas hasta principios de los años ochenta del pasado siglo, con la incorporación a la corresponsalÃa de Pedro MartÃn Matilla. Pero no fue hasta la llegada de Xavier Oller cuando se consolidó el seguimiento diario de la información de una forma más rigurosa. Este periodista fue el encargado de arrancar la edición de un suplemento semanal, Diario de Formentera, que se mantuvo hasta los noventa.
Después de Oller, llegó en 1984 Joan Cerdá, que se mantuvo en ese puesto hasta finales de esa década, cuando se trasladó a Ibiza, para seguir trabajando en distintos medios de comunicación insulares.
Mi llegada a Diario de Ibiza fue un poco fruto de la casualidad pero sobre todo por el creciente interés informativo que iba a tener en las siguientes décadas este territorio, tal y como se ha confirmado con el paso del tiempo.
Me incorporé a este periódico a finales de 1989, aunque cuatro años antes ya habÃa empezado en Radio Ibiza Ser. Entre 1987 y 1989 y junto a Lorenzo Vidal Ros (1946-2000), uno de los pioneros en la consolidación de la presencia formenterense en la prensa pitiusa, pusimos en marcha el semanario local ‘Formentera DÃa a DÃa’, aunque esta publicación duró unos años más con otra dirección. Sin olvidar la creación en 1986 de Radio Illa, la actual emisora pública del Consell de Formentera, en la que también tuve la suerte de participar.
En 1989 el entonces redactor jefe de Es Diari, José Iglesias, me hizo saber a través del periodista, Antonio Pedro MarÃ, aprovechando su desplazamiento para cubrir la moción de censura del CDS y A.P. contra el entonces alcalde socialista Bartomeu Ferrer, su interés por contratarme. En ese pleno ya pude apreciar que el futuro polÃtico de Formentera iba a ser complicado, tenso y lleno de intrigas locales. Los actores de la reciente democracia estaban aprendiendo sobre la marcha y adaptando sus hábitos y costumbres de gobernar a la nueva realidad polÃtica y social.
Pasados unos meses de ese pleno me incorporé a la plantilla de Diario de Ibiza, desde donde he ido contando lo que ocurre en Formentera. Estas tres décadas me han permitido ser testigo del profundo cambio social y económico vivido. En estos años, al igual que muchos otros colegas, vivimos el apasionante reto de la llegada de las nuevas tecnologÃas. Somos al fin y al cabo la generación que dio el salto de lo analógico a lo digital, lo que empezó a ocurrir a principios de los años noventa del siglo XX.
El gran cambio, a finales de los 80
A finales de los ochenta, Formentera se preparaba para un gran cambio social y económico que marcó su entrada en el siglo XXI. En la segunda mitad de esa década la población reclamaba servicios básicos que se tradujeron en la construcción del Instituto de Enseñanza Secundaria Marc Ferrer, insistentemente reclamado por la comunidad educativa. Coincidieron los primeros planes de embellecimiento de todos los cascos urbanos para dotarlos de red de distribución de agua y de alcantarillado. También se construyó la primera rotonda, a la entrada de Sant Francesc y se realizó la ampliación urbana con la promoción de sa Senieta, y se construye lo que serÃa el primer supermercado, lo más parecido a una gran superficie.
Esas inquietudes también se trasladan al terreno de la defensa del territorio y dibujaron un mapa social y humano determinante, tanto en lo polÃtico como en la concienciación ciudadana. Ecologistas y empresarios coincidieron para evitar macrourbanizaciones (Punta Pedrera y el camping de es Ca MarÃ) que se consideró como una amenaza contra el modelo económico y social basado en empresas familiares que tomaban conciencia de que el gran atractivo y la garantÃa de futuro era conservar un entorno natural excepcional.
En lo social en 1986, se creó la Coordinadora de Entidades CÃviques, que empezó reivindicando la titularidad pública de s’Estany des Peix que se formalizó en 1992. Más tarde se opuso a la urbanización de Can Marroig que pretendÃa realizar el empresario Giancarlo Parretti, que habÃa comprado la finca a las empresas del Grupo Matutes. Ese movimiento ciudadano continuó con la oposición al camping de es Ca MarÃ, que duró 22 años hasta que en noviembre de 2008 el Consell aprobaba la caducidad de la licencia de obras.
Entre finales de los ochenta y principios de los noventa hubo un antes y un después que ha desembocado hoy en una sensación de saturación y masificación estival que ya nadie niega.
El cambio de siglo transformó la forma de vivir en la isla
Las imágenes de ese momento nos introducen en otra dimensión, espacial y temporal, con las primeras transformaciones urbanas, la ampliación de la desaladora y la inauguración de la Estación Depuradora de Aguas Residuales (EDAR). En fin, que Formentera estuvo entonces literalmente patas arriba. Hoy, el instituto Marc Ferrer ha tenido que ampliarse, la depuradora está saturada, se han peatonalizado las calles de los pueblos pero también han crecido para la construcción, con los viales de circunvalación y las rotondas. De la misma forma que la construcción en suelo rústico también ha ido creciendo a base de casas aisladas.
En aquellos años cubrir la información no era tarea fácil ya que los medios eran prácticamente inexistentes si los comparamos con los que contamos ahora. Para empezar habÃa que hacerse con una grabadora de casetes, que fueron cambiando de tamaño y de calidades. En cuanto a la escritura, la libreta y el bolÃgrafo eran, y siguen siendo, las herramientas básicas.
De la Olivetti al ordenador
Cuando empecé la oficina estaba en mi casa, donde tecleaba en una Olivetti Letera 45. Los artÃculos a veces iban manuscritos ya que la rutina diaria era la de acudir a algún bar con teléfono público desde donde dictaba el texto del correspondiente artÃculo al ‘picador’ de la redacción de Diario de Ibiza, en VÃa Púnica.
Estas locuciones en público provocaban que algunos clientes conocieran la hora del envÃo de la noticia haciendo corrillos a mi alrededor, incluso aportando comentarios, lo que dificultaba la labor pero le añadÃa un toque de humor.
Cuando se trataba de artÃculos largos, se remitÃan en un sobre a bordo de algunos de los barcos que cubrÃan la lÃnea marÃtima, los habituales eran la ‘Joven Dolores’ y ‘S’Illa de Formentera’. Lo mismo ocurrÃa con las fotografÃas del dÃa, aunque con una dificultad añadida, como que no hubiera forma de enviar los rollos de los negativos a Ibiza a partir de las 18 horas, en invierno, y de las 20 horas en verano, debido a que eran los últimos barcos que salÃan en esos años desde la Savina. Eso sin olvidar a los esforzados fotógrafos de Ibiza que debÃan ir a recoger los carretes al puerto de Vila, pendientes de la llegada del barco, para luego revelarlos. Si los fotógrafos no podÃan ir, algún redactor se daba el paseo.
Una de las anécdotas relacionadas con la dificultad de enviar imágenes se produjo el 28 de diciembre de 1992, cuando Diario de Ibiza, publicó la noticia del embarrancamiento del hidrojet ‘Tiburón’, en sa Séquia, a la entrada del puerto de la Savina, sin la correspondiente foto, ya que el dÃa anterior después del accidente ya no salieron más barcos. Debido a la coincidencia del dÃa de los Inocentes, y a la costumbre de entonces de publicar alguna inocentada, la mayorÃa de los lectores ibicencos se lo tomaron como la broma del dÃa y no fue hasta el dÃa 29 de diciembre cuando ya se pudo publicar la imagen para sorpresa de muchos lectores.
La primera foto digital
Otro de los acontecimientos fue el dÃa en que se vino abajo la techumbre del monumento megalÃtico de Ca na Costa (el 5 de diciembre de 1997) que cayó a plomo sobre las piedras milenarias. La fuerza del viento y la debilidad de la estructura metálica que soportaba un techo, a cuatro aguas, cubierto de teja, hicieron el trabajo. El entonces alcalde, Vicent Escandell, estaba abrumado. Encima Formentera, una vez más habÃa quedado incomunicada por el temporal y ninguna de las barcas salÃa, lo que hacÃa imposible enviar el carrete a Ibiza.
En aquel momento un empresario local, Paco Mayans (Taueta), habÃa abierto la primera tienda de informática en Sant Ferran, tenÃa escáner, ordenador, un correo electrónico y un router. Solo hacÃa falta revelar el carrete para obtener el negativo. Eso se hizo gracias a la colaboración de otro empresario local, Juan Ferrer Ferrer, que entonces tenÃa una tienda de revelado rápido (QSS) y que puso, varias horas antes, el equipo en marcha para poder revelar ese carrete. Con el negativo en la mano, lo escaneamos y los enviamos al único correo electrónico, que entonces tenÃa el director Joan Serra.
Aquel envÃo parecÃa no llegar nunca, mientras nos llamábamos por teléfono, una y otra vez, para confirmar o no la correcta recepción. Después de varios minutos que se hicieron eternos, Serra llamó de nuevo para confirmar que ya tenÃa la imagen. Esa fue la primera fotografÃa transmitida de forma digital publicada por Diario de Ibiza. A partir de ese momento la revolución tecnológica fue imparable.
El progreso llega en barco
Sin los barcos Formentera no serÃa Formentera. La dependencia marÃtima ha marcado la economÃa y la forma de ser y de ver la vida de los habitantes de esta isla. A finales de los ochenta se produce una auténtica revolución que representa el adiós a los barcos que marcaron el desarrollo del turismo, en los años sesenta, como fueron la ‘Joven Dolores’ y la ‘Illa de Formentera’, entre otros.
Pero el cambio radical se produjo cuando aparecieron los dos ferrys ‘Ibiza’ y ‘Espalmador’, de la compañÃa Umafisa (Grupo Matutes). Esos dos barcos transformaron el sistema de transporte en lo que se refiere a mercancÃas y vehÃculos.
Hasta entonces la ‘Joven Dolores’ sólo podÃa pasar tres turismos por trayecto. Pero con la llegada de esos primeros ferrys el panorama cambió de la noche a la mañana. Con ellos llegaban los coches con más facilidad y las mercancÃas viajaban en plataformas con cabezas tractoras. La cadena del frÃo dejó de romperse ya que hasta entonces los productos refrigerados o congelados viajaban como bultos en cualquiera de las embarcaciones que cubrÃan la lÃnea y se dejaban en el muelle de la Savina hasta que eran recogidos.
Como consecuencia comenzó a aumentar el tráfico y las bicicletas de alquiler que decoraban, como una imagen icónica, la llegada a la Savina se fueron transformando en motocicletas y coches de alquiler. Al mismo tiempo se consolidó el primer puerto deportivo, Marina de Formentera, y se empezó a construir el segundo, Formentera Mar. Se dragó y amplió el puerto para dar cabida a los nuevos buques. Primero llegaron los hidrojet, que se elevaban sobre esquÃs, uno de ellos el ‘Tiburón’ terminó embarrancado en sa Séquia y nunca más volvió a navegar. Luego fueron los rápidos catamaranes para pasajeros y más tarde con cabida para vehÃculos.
En esos años hubo que ampliar la carretera principal y se crearon en vez de arcenes, carriles, en cada sentido, para bicicleta que llegan hasta es Caló.
De forma paralela en los años noventa las navieras que competÃan en la lÃnea entre las Pitiüses se enzarzaron en una auténtica guerra de precios y de ofertas de viajes que produjo la llegada masiva de visitantes por un dÃa y el inicio del colapso veraniego que desde entonces se reproduce en temporada alta para lamento de visitantes y residentes.
El ‘camping’ de es Ca MarÃ
Mención aparte merece la historia del camping de es Ca Marà que comienza en 1986, cuando la empresa promotora, Formentera Club S.L., presenta el proyecto en el Ayuntamiento de Formentera para obtener la licencia de obras. La institución local emitió un informe negativo que no sirvió de nada ya que al año siguiente el entonces conseller de Urbanismo del Govern balear, Jeroni Saiz Gomila, firma la declaración de interés social del proyecto. La autorización levanta ampollas en Formentera, ya que por aquel entonces la sociedad civil estaba movilizada en contra de los macroproyectos urbanÃsticos que se intentaban desarrollar en la finca de Can Marroig. Agrupadas en la Coordinadora de Entidades CÃvicas de Formentera, 17 asociaciones profesionales y ciudadanas de todos los sectores comienzan a movilizarse en la segunda mitad de los años ochenta en contra del proyecto de Formentera Club.
La opinión generalizada era que ese camping, de primera categorÃa, era en realidad una urbanización encubierta. El proyecto contemplaba la creación de 330 parcelas en las que se ubicarÃan otros tantos bungalós con una capacidad de tres personas cada uno. La instalación estaba pensada para cerca de mil plazas, lo que representaba más del 10 por ciento de la planta hotelera local de aquel momento. La Coordinadora emitió entonces un manifiesto en el que consideraba que cualquier instalación que implicara una gran oferta de plazas era contraria a la imagen de tranquilidad y de una oferta basada en establecimientos pequeños y familiares que se intenta proyectar como atractivo.
Las entidades cÃvicas se pronuncian en contra de cualquier gran proyecto urbanÃstico que «modifique las caracterÃsticas especÃficas de la isla y rompa su equilibrio económico, social y medioambiental». Los colectivos ciudadanos también lanzan un mensaje al Govern balear en relación a su decisión, unilateral, de aprobar la declaración de interés social. Todos coinciden en «la imperiosa necesidad de que todas las decisiones referentes al desarrollo de la isla sean tomadas por el pueblo de Formentera y por sus representantes».
En 1992 se producen una serie de movilizaciones que evidencian el rechazo social al proyecto. Primero la Coordinadora convoca un manifestación que obtiene una respuesta masiva de participación. En noviembre del año siguiente convoca un paro general que paraliza toda la actividad de la isla durante media jornada. Además se abren varios frentes y se remiten cartas a todos los organismos oficiales.
Escalada judicial
Pero entre 1987 y 2003 el Ayuntamiento de Formentera se ve inmerso en una escalada de procesos judiciales en los que siempre sale perdiendo. Los tribunales dan sistemáticamente la razón a Formentera Club, en base a la declaración de interés social que reconoce los derechos de los promotores a desarrollar su proyecto. Ante la firmeza del entonces equipo de gobierno municipal, del PSOE y del GIF, que retrasa en lo posible la concesión de la licencia, la promotora sienta en el banquillo de los acusados a los cuatro responsables del gobierno municipal: Bartomeu Ferrer MarÃ, Bartomeu Ferrer Mayans (del PSOE), Antoni Serra Colomar y Eduardo Ferrer (del GIF). La promotora sostiene que han cometido un delito de desobediencia a los tribunales y otro de prevaricación. En un principio son absueltos por la Audiencia Provincial pero Formentera Club S.A. recurre y el Supremo inhabilita a los citados polÃticos para ocupar cargos públicos durante seis años. Con la licencia en la mano, inicia los primeros trabajos de construcción de las instalaciones fijas del camping en la zona afectada por Costas. Esta Administración paraliza las obras ya que esas construcciones no tienen su autorización.
La promotora vuelve a los tribunales, que dicen que deben modificar el proyecto para colocar las construcciones fijas fuera de la zona de Costas. Esa modificación nunca es presentada ya que hubiera implicado un nuevo expediente para una instalación de camping prohibida con las normas urbanÃsticas de 1988.
La ruptura de la derecha local
La figura de dos polÃticos de carácter como Antonio Serra Colomar y Bartomeu Ferrer Marà marcó una forma de hacer polÃtica entre los dos rivales eternos a finales de los ochenta. Toni Serra, Miquelet, y Bartolo Ferrer, de sa Punta, eran el vivo reflejo del enfrentamiento entre la última generación del franquismo y la joven democracia.
El primero, hijo del alcalde del régimen desde la posguerra hasta finales de los setenta cuando ‘heredó’ el cargo. El segundo, hijo de Joan Ferrer, de sa Punta, represaliado del régimen franquista por su ideologÃa de izquierda y republicana. Este fue conseller del Consell Insular de Eivissa y Formentera por el PSOE entre 1983 y 1987. Alcalde entre el 30 de junio de 1987 y el 22 de abril de 1989 cuando fue destituido por una moción de censura presentada por AP, CDS i GIF. Le sucedió Vicent Serra (AP), pero volvió a presentarse como cabeza de lista del PSOE en 1991 y fue alcalde hasta 1993, cuando cedió la alcaldÃa a su eterno rival Antoni Serra (GIF), cumpliendo asà con un pacto de gobierno que sellaron previamente ambas formaciones.
Pero detrás de estos enfrentamientos se esconde toda una sucesión de hechos que marcaron la relación entre estos dos hombres que protagonizaban en los plenos, entonces muy concurridos, auténticos enfrentamientos verbales que hacÃan las delicias del público. Uno de tantos fueron los debates en torno a las primeras normas subsidiarias de planeamiento urbanÃstico que aprobaron los concejales socialistas en 1988, con la oposición de la derecha local (AP y GIF) y la abstención del CDS.
En esos años se produjo un hecho determinante para la derecha local agrupada en la extinta Alianza Popular que se tradujo en una escisión interna que llevó a un grupo de militantes descontentos, encabezados por el empresario local, Mariano Mayans, a crear el Grupo Independiente de Formentera (GIF), encabezado por Antonio Serra Colomar y que desapareció en 2015.
El motivo de esa ruptura comenzó en la época en que el socialista, Victor Tur, fue alcalde entre 1983 y 1987 y convocó un pleno extraordinario que era más una declaración de intenciones que un decisión en firme. Se trataba de reivindicar el uso y dominio público de s’Estany des Peix, entonces escriturado a nombre de una empresa del Grupo de Empresas Matutes, Formentera S.A., que tenÃa en su poder una escritura de propiedad que definÃa s’Estany como una finca rústica inundada por las aguas del mar, donde en 1984 pretendÃa construir una serie de bungalós y un puerto deportivo, entre otras instalaciones.
Pocos minutos antes de iniciar la sesión Toni Serra recibió una llamada telefónica que me invitó escuchar en un despacho contiguo a la sala de plenos. Al otro lado del hilo telefónico estaba Abel Matutes, que le inquirÃa para que se abstuviera y votara en contra. «Si quieres eso, vienes tú aquà y votas», le espetó Serra antes de colgar. Fuera, la sala ya estaba llena de público y los que no cabÃan se arremolinaban en la escalera. En el momento de la votación todos los concejales por unanimidad votaron a favor de la declaración.
A raÃz de ese incidente las relaciones internas entre AP de Eivissa y AP de Formentera se fueron tensando, hasta que Antonio Serra creó el GIF.
Con el paso del tiempo, Serra y Ferrer fueron humanizándose y acercándose, aunque estaba claro que su ideologÃa se mantenÃa a la misma distancia de siempre. El mandato entre 1991 y 1995 que ambos compartieron sigue siendo recordado por muchos formenterenses como uno de los mejores de la democracia. El lema fue entonces: «No discutimos, no tenemos tiempo, solo trabajamos». Y asà fue, ya que coincidió el momento de remodelar y embellecer, aplicando las normas subsidiarias en los principales pueblos de Formentera.
Un consell para la isla
A finales de los años noventa se crea la Coordinadora de Organizaciones Progresista (COP) que logra en 1999 la mayorÃa absoluta en el entonces Ayuntamiento, en una coalición de partidos de izquierdas, incluido el PSOE, que era liderada por Isidor Torres, otro de los polÃticos relevantes en este cambio de siglo.
Acabado ese mandato una coalición de centroderecha, formada por el PP-GIF-PREF, se hace con la alcaldÃa, con Juanma Costa (PP) al frente, pero sufre una moción de censura a los dos años y es relevado por Torres. Es en esos últimos años, 2005-2007, es cuando empieza a fraguarse lo que será el futuro Consell de Formentera, cuando Pep Mayans era diputado de Formentera en el Parlament balear, por una agrupación de electores denominada Agrupación Independiente Popular de Formentera (AIPF). Esos años fueron vibrantes hasta que se constituye el Consell de Formentera tras las elecciones de 2007, lo que representa la creación de una figura administrativa única en el Estado, que une un ayuntamiento y un consell insular, con todas las competencias que implica. La última estructura de ayuntamiento contaba con unos 80 trabajadores, mientras que el actual Consell tiene una plantilla, en pleno verano, de unos 300 trabajadores, con un presupuesto de 26,8 millones de euros para este año.
En estos últimos años el debate social se centra en la búsqueda de soluciones para evitar la saturación de vehÃculos y personas que se produce en plena temporada, cuando la isla puede alcanzar los 45.000 habitantes. El modelo de isla y su futuro son temas que se llevan en el actual Consell d’Entitats que reúne a las asociaciones ciudadanas y en donde se apuesta por la protección del medio ambiente y por la aplicación de medidas para limitar la entrada de vehÃculos en los meses de temporada alta, poniendo también un lÃmite a la flota de vehÃculos de alquiler. El Govern balear es el que trabaja en una ley especÃfica en esta materia.
La dificultad del acceso a la vivienda y el precio de la cesta de la compra son los otros temas que, año tras años, desde la llegada del siglo XXI son ya recurrentes y cada año se repiten las mismas situaciones extremas e incluso de abusos, aprovechando la necesidad de encontrar vivienda de una parte de la población que vive de alquiler todo el año. Mientras, la población crece y se hace necesario construir escoletes y escuelas. Las estadÃsticas apuntan que en los últimos 15 años la población residente se ha triplicado. El último dato de este año es de 13.700 personas empadronadas.