María Marí confiesa que dejaban un hueco en una ventana para que ‘El Barberillo’ colara el ejemplar en Can Rafal, Vicent Marí explica la cola que hacían los clientes del Hostal Sa Rota para leer las noticias y Maria Luisa Cava de Llano recuerda cómo su padre lo desplegaba en su casa de Barcelona, a donde se lo enviaban cada día.
Cada mañana, durante décadas, Antonio, apodado ‘El Barberillo’, colaba el ejemplar de Diario de Ibiza por una pequeña rendija de la ventana del ya desaparecido Bar Rafal, en la Marina. La dejaban así, medio abierta, cada noche, Vicent Marí y Maria Marí, sus propietarios, que durante más de 30 años fueron suscriptores. Durante un tiempo abrían a las cinco y media de la mañana. Y muchos días, al abrir la puerta, el diario ya estaba allí. Siempre seco. Y listo para el primer lector de la mañana. «Dejábamos la ventana entornada, él lo sabía y nos lo colaba entre los barrotes», explica Maria, que aún recuerda el nombre de los parroquianos que eran los primeros en leerlo: «Vicente Barber, Toni Frígoles, Manuel Verdera… «Nada más abrir ya había cuatro o seis allí casi todas las mañanas», comenta.
Es imposible saber las manos por las que, al cabo del día pasaba Diario de Ibiza. Muchos tenían que esperar. Entraban, miraban quien lo tenía y, o bien pedían que se lo pasaran cuando hubieran acabado o estaban alerta, a la espera de que lo cerrara. «A mí me daba mucha rabia ver que alguien lo cogía y, mientras comía o se tomaba el café, en vez de leerlo se lo guardaba para cuando hubiera acabado. Algunos ponían el codo encima», explica. Esto pasaba, especialmente, a primera hora de la mañana, cuando muchos trabajadores y vecinos de la zona iban a desayunar. «El Diario de Ibiza, en un bar, siempre se busca», comenta.
Alguna vez las noticias eran motivo de discusión en las tertulias que acompañaban las partidas de dominó o de cartas. Tute, principalmente. Alguna política, pero casi todas futbolísticas: «Yo no entiendo de fútbol, pero les escuchaba hablar sobre robos de penalties y esas cosas». De hecho, su marido, Vicente, miraba siempre los deportes. A ella le gustaba tomarse «un ratito» cada mañana para leer las noticias. Era su momento de calma, explica Maria, que confiesa que se mordía la lengua cuando veía a los clientes manchar el diario con los dedos llenos de aceite. Le daba rabia verlo pringado. «Cuando está así no te dan ganas de leerlo», explica. No era éste el único daño que sufría el ejemplar. A veces encontraban con que alguien había arrancado una página que le interesaba. O una información. O un anuncio. Eso cuando no se olvidaban de que no era suyo y, tras pagar, se lo ponían bajo el brazo y salían por la puerta con él, dejando a Can Rafal sin su ejemplar.
La vida de Diario de Ibiza no acababa en el bar de Maria y Vicent al final del día. Maria siempre lo guardaba y utilizaba sus páginas para crear un camino de papel en el suelo cuando fregaba. Y no sólo para eso. El bar cerró hace ya nueve años, en junio de 2009, pero Maria conservó, hasta hace nada, las noticias sobre las nevadas en la isla. El papel estaba ya amarillento. «En verano venían los turistas, pensaban que aquí nunca hacía frío, así que les sacaba esas páginas, para que vieran que aquí, a veces, nevaba».
El abuelo Vicent
Su abuelo, leyendo Diario de Ibiza, a primera hora, en la recepción del Hostal Sa Rota, en Santa Eulària, es uno de los recuerdos de infancia de Vicent Marí, alcalde de Santa Eulària. «Desde que tengo memoria lo recuerdo así», comenta el alcalde sobre Vicente Marí Ferrer, nacido en 1895 y fundador del negocio familiar. «Lo traía cada día un repartidor muy pronto por las mañanas», explica. Esa costumbre, la de leer Diario de Ibiza todas las mañanas la heredó también su padre, Vicent Marí Torres, y luego él. Aún hoy, si no lo lee por las mañanas tiene la sensación de que le falta «algo». El ritual de su abuelo era siempre el mismo: lo leía antes de desayunar, recién llegado. De hecho, quienes no madrugaban tenían, después, que «hacer cola» para enterarse de la actualidad.
vicent marí heredó la costumbre de leer es diari de su padre y de su abuelo
Quien no había leído el ejemplar del día anterior o del anterior al anterior se conformaba. «Entonces no había la inmediatez de ahora. A la gente, si no los había leído, le interesaban los diarios de días atrás. Al fin y al cabo, desconocían aquellas noticias», indica antes de matizar que esto sucedía, especialmente, antes de que en el local hubiera televisión. Así, en el hostal, en un casillero que había detrás de la recepción, guardaban los ejemplares de Diario de Ibiza durante meses. «Mientras había sitio», recuerda. Su abuelo, indica, guardaba algunas noticias que le parecían especialmente interesantes, muchas de ellas relacionadas con la cooperativa agrícola de Santa Eulària. No era el único. Como ocurría en Can Rafal, más de una vez se encontraban con que alguien le había dado «un mordisco» al diario y se había llevado la información o el anuncio que le interesaba.
En el hostal, Diario de Ibiza pasaba por decenas de manos cada día. Muchos de los lectores, cuando lo cogían, se encontraban con anotaciones en los márgenes en blanco. «Servía de post-it», comenta, riendo el alcalde. En los espacios en blanco a veces anotaban recados que no debían olvidarse, números de teléfonos, metros y cantidades, sumas y multiplicaciones de cuentas… Nadie se sorprendía. En el hostal también se empleaban las hojas de diario para que la gente pudiera pisar el suelo aunque estuviera recién fregado o para proteger los cristales cuando tocaba pintar. «Para que no hubiera salpicaduras», justifica el alcalde, que recuerda que una de las noticias que leyó en Diario de Ibiza y que más le impactó de niño fue cuando un barco embarrancó en Punta Arabí. «A primera hora de la madrugada de ayer embarracó en Punta Arabí la magnífica motonave ‘Cala d’Or’ (…). A bordo viajaban catorce tripulantes que pudieron ser salvados desde tierra sin novedad tras denodados esfuerzos», rezaba la página dos del ejemplar de Diario de Ibiza del 9 de octubre de 1971. «Leímos la noticia y fuimos a verlo en persona», comenta el alcalde, que tenía sólo seis años cuando leyó aquella noticia que tanto le impactó.
Noticias de Ibiza en Barcelona
Hasta la calle Bruc de Barcelona llegó todos los días, durante años, un ejemplar de Diario de Ibiza. Se lo hacían enviar desde Ibiza Carlos Cava de Llano y María Luisa Carrió. La pareja visitó la isla en su viaje de novios y les encantó la isla. Les gustó tantísimo que se compraron aquí una casa en la que pasar los veranos. Una de sus cinco hijas, María Luisa Cava de Llano, quien fuera adjunta al Defensor del Pueblo y Defensora del Pueblo, explica que el diario llegaba ya a su casa a finales de los años 50. Recuerda que llegaba plegado y cómo su padre lo desplegaba. A ella y sus cuatro hermanas (Pilar, Ana Maria, Carolina y Rosa María) les parecía enorme.
cava de llano recuerda que el diario llegaba ya a su casa en los años cincuenta
«En Eivissa estaba su segunda casa. Mis padres sentían pasión por esta isla. Veníamos en vacaciones toda la familia, también en algún puente», explica la política ibicenca, que señala que aquellos días en la isla se alternaban con algunas estancias en Lleida, en casa de sus abuelos. Además de por Ibiza, su padre sentía auténtica pasión por la lectura y por la información. Desde pequeñas, explica, en casa les inculcaron la necesidad de estar informadas. Crecieron rodeadas de diarios que llegaban todos los días, entre ellos Diario de Ibiza. Allí leían, recuerda, noticias que les llamaban la atención, como si ‘La joven Dolores’, el barco que unía Ibiza y Formentera, había podido salir o no de puerto. Ella y sus hermanas recibían «con cariño» aquel diario cuyas informaciones les recordaban al paraíso de veraneo.
Cuando se acercaban las vacaciones de verano y los Cava de Llano-Carrió se trasladaban a la isla, llamaban a Diario de Ibiza para que en vez de a Barcelona se lo enviaran a su casa de aquí. Y lo mismo hacían, recuerda, al menos con La Vanguardia, que durante el verano recibían en Ibiza. Hasta ese punto era importante, para su padre, estar informados. «Decía que si no estabas informada no podías opinar», indica la abogada, que destaca que ha heredado esa afición por la información: «Subrayo, recorto, guardo…».