Es un animal de radio que vive y relata de forma intensa y emotiva las noticias y la información a través de las ondas. Javier Del Pino ha emitido en directo desde el Salón de Plenos del Consell de Eivissa su exitoso programa ‘A vivir que son dos días’ para mostrar la Eivissa real desde otro punto de vista y desmitificar bulos del verano. En esta entrevista habla de su experiencia personal y profesional en Estados Unidos, las diferencias de la radio a ambos lados del Atlántico, la televisión en España y pasa de puntillas por la situación política actual en nuestro país.
¿Que le impulsó a hacer su programa de radio en Ibiza?
Sacamos el programa fuera del estudio porque es una buena forma de ayudar a las emisoras locales, algo que es importantísimo. Al mismo tiempo salimos de nuestra zona de confort para hacer algo más complicado y es bonito ver que a la gente le gusta lo que haces, lo valora y agradece, algo que ha quedado patente en Ibiza. Una de las virtudes de la Cadena Ser es la savia de la información local, que la gente sepa que hay un estudio con gente dedicada a contar la información con proximidad.
¿La información de proximidad sigue siendo el gran sustento de la radio?
Soy un enorme defensor de la información local y de la radio de proximidad. Me duele ver cómo emisoras grandes prescinden de las pequeñas o despiden a profesionales que abren la radio por la mañana, cubren las ruedas de prensa, los informativos y el cierre por la tarde. Es algo triste. Es una especie de apoyo a las cadenas locales que son la sangre de lo que hacemos.
“Cuando eres corresponsal eres los ojos y oídos de millones de personas de un país”
¿Cuando volvió a España tras su periplo americano encontró su ciudad y el país muy cambiado?
Muchísimo. Cuando me fui el teléfono móvil era algo que tenía el Rey. De Internet sabíamos que existía pero no conocíamos exactamente lo que era. Cuando volví me encontré una España más moderna, realizada, progresista pero al mismo tiempo hay una especie de caspa residual que todos aborrecemos y sin embrago no corregimos. Por ejemplo, en el lenguaje, hay todavía una lenguaje machista que pasamos por alto, se nos olvida decir ‘esto no debería ser así’. Tiene que ver mucho con el machismo, la herencia franquista y el aislamiento heredado.
Usted parece un trabajador incansable ¿cómo puede hacer su programa y colaborar a menudo en otros? ¿Le queda tiempo libre para sus hobbies?
Ahora he bajado bastante el ritmo. Cuando era corresponsal tenía mucha más responsabilidad, esto es algo que siempre digo en las facultades. Si vengo a hacer el programa en el estudio o voy a un teatro tengo a mis espaldas y a mi disposición un entramado periodístico descomunal que es la Cadena Ser, su maquinaria, los talentos, los informativos, es como un gran gigante que se mueve deprisa cuando pasa algo. Eso me da una tranquilidad absoluta, aunque cuando se enciende la luz roja, comienza el programa de radio y hay dos millones de personas escuchando siento una gran responsabilidad.
¿Le gustaba más la vida de corresponsal?
Cuando eres corresponsal eres los ojos y oídos de millones de personas del país, sobre todo en una época en la que no había redes sociales. Esa responsabilidad a mí me pesaba, me gustaba y me asustaba al mismo tiempo, es algo que añoro. Tenías esa maravillosa sensación periodística en la que pensabas que la gente se enteraba de las cosas porque tu se lo contabas. Sin embargo, la gente se entera de las cosas siempre antes que tú. Ahora no estamos informando sino ayudando a entender las noticias.
¿Por qué no aceptó hacer el programa ‘Hoy por hoy’ cuando se le ofrecieron hace poco?
Había demandas y exigencias por mi parte que no era compatibles con las propuestas de la cadena y no hubo forma de llegar a un acuerdo. Agradezco a la Ser como piensa en mí y me cuida.
¿Le gusta el formato de fin de semana?
Me encanta. Cuando volví de Estados Unidos cambió toda la radio, cambió la mañana, la tarde, los deportes. Estaba todo el mundo tan preocupado pensando lo que pasaba de lunes a viernes que la gente no se fijaba en lo que hacía el del fin de semana. Eso me dio tiempo para despegar y que nadie pusiera el grito en el cielo. Sigo teniendo esa sensación de que mi programa es como un refugio o una tienda de campaña en la que puedo hacer un poco lo que quiera, pero luego veo las cifras y pienso que quizás sea un poco más importante de lo que parece y eso me da mucha responsabilidad.
¿Por qué le pesa tanto la responsabilidad?
Cuando se enciende la luz roja me doy cuenta de la enorme responsabilidad que tengo ante la gente que está escuchando.
¿Los oyentes de fin de semana son diferentes o usted les ha cambiado el ‘chip’?
Me he dado cuenta en los últimos años que el oyente de lunes a viernes es un oyente frustrado y enfadado porque está trabajando, se encuentre en un atasco, porque hay mucha publicidad o tiene que dejar a los niños en el colegio. Mientras que el oyente de fin de semana está más relajado y está más abierto a que entres en su conciencia para informarle. Lo hacemos a través del humor, la ciencia, la política, la música y de otras cosas.
Usted incorpora mucha música en su programa, al estilo americano.
Quiero que la música construya ambientes y emociones y edifique un relato.
Volviendo a su experiencia en Estados Unidos ¿qué diferencia encuentra entre la radio española y la americana?
Son la noche y el día en todo. En Estados Unidos la radio pública no es una radio financiada por el Gobierno, se nutre solos de las donaciones de los oyentes que apuestan por lo que oyen y lo valoran. Esto es algo fantástico, es un regalo constante, es decirte ‘me gusta lo que haces y por eso lo financio’ aunque sea con diez dólares al año, es un regalo de libertad. No es como en España ya que no tiene el nivel penetración que tiene la radio española.
“Echo de menos mi vida americana, el horario y los amigos pero no pierdo la conexión”
¿Hay más libertad de pensamiento en la radio americana?
Es un modelo muy diferente. No hay radios liberales y abiertas. Hay emisoras que pregonan un mensaje de derecha dura, por ejemplo, que logran una audiencia enorme del total de la población que quiere escuchar ese mensaje. Es un medio en la que tu quieres escuchar tus propias creencias en una cámara de ecos. En nuestro país tenemos las grandes cadenas y en Estados Unidos tienen una cosa que se llaman sindicación lo que permite que se puedan emitir programas en un lado y en otro, incluso en la cadena de la competencia.
¿Qué echa de menos de su vida americana?
El horario y mi vida ya que los amigos que haces cuando tus hijos son pequeños son para toda la vida, ya que compartes con ellos lo más grande de tu vida que son tus hijos. Los amigos que hice antes de marcharme los he perdido porque todavía no saben que tengo hijas.
Usted ha vivido la experiencia profesional en ambos lados del Atlántico, como corresponsal en Washington de El País y la Ser. ¿Va y viene mucho a Estados Unidos todavía?
Totalmente, de hecho, voy seis veces al año, paso ahí semanas o meses. El año pasado con las elecciones presidenciales hicimos programas desde allí, así que me pasé en total tres o cuatro meses trabajando.
¿Mantiene viva la vinculación con medios y amigos?
No pierdo la conexión porque es mi segundo país, mis hijas son americanas y creo que regresaré allí algún día.
¿Por qué no hace televisión?
Sinceramente, no veo la televisión en España, me da mucha pereza. Cuando la enciendo tengo la misma sensación que hace veinticinco años cuando veíamos alguna cadena de televisión italiana en la que todo el mundo hablaba muy alto, había muchos colores y muchas tonterías… Pues ahora me siento igual cuando pongo la televisión. Pese a ello hay cadenas y formatos que se salvan de esa crítica. Creo que hay cosas muchas mejores que hacer, que ver la televisión.
“El oyente de fin de semana está más abierto y relajado a que entres en su conciencia para informarle”
¿No tiene ofertas interesantes o no le gustan los formatos?
He tenido varias ofertas pero no me han convencido. En Estados Unidos hay una cadena de televisión, United Comedy Central, que tiene dos-tres millones de seguidores de media, algo que equivale a una radio local en España, sin embargo están contentos porque no quieren tener cincuenta millones de telespectadores sino tres millones satisfechos y contentos con lo que ven. Cuando en España haya una cadena así y le importe la calidad de la audiencia entonces habrá espacio para los formatos que me gustaría hacer.
¿Por qué nos gusta tanto a los españoles todo lo americano?
Somos un país contradictorio en todo lo relacionado con la cultura americana. Hay un ejemplo que lo plasma. Hubo una película protagonizada por Linsa Lohan que no se estrenó en ninguna sala de Europa porque era malísima pero en España fue todo un éxito. Somos conscientes de que Estados Unidos es el capitalismo en estado puro y donde todo el mundo lleva pistolas pero no importa.
¿Conocemos bien cómo es el país y el pueblo americano?
En los medios españoles solo se habla de una parte de Estados Unidos pero no de otras cosas como lo extremadamente abiertos que son con la gente de fuera. Últimamente solo se habla de las armas o del señor Trump. Ahora mismo es tan importante lo que pasa en Cataluña que no hablamos de Trump con lo que nos ha gustado hablar de él en los últimos meses.
“Soy un enorme defensor de la información local y de la radio de proximidad”
¿Trump será el peor presidente de la historia de los Estados Unidos?
Está haciendo mucho daño a la forma de hacer política en Estados Unidos y parece que eso es irreversible. Tengo un buen amigo que trabaja en el New York Times, que forma parte del cuerpo de prensa de la Casa Blanca, me contaba que la presencia de Donald Trump en el Casa Blanca ha bajado el listón de lo que allí se considera solemne. Antes era un edificio en el que entrabas y las paredes y los cuadros te hablaban, ahora es la casa en la que vive Trump, es un sitio más, en el que se puede insultar y hablar a uno como quiera, este daño tardará tiempo en subsanarse.
Siguiendo con la actualidad. ¿Cree que problema de Cataluña tiene una solución rápida?
La solución vendrá con el tiempo o las nuevas generaciones. A lo mejor los jóvenes han visto unos ideales que no se corresponden con la realidad. Los ideales nacionalistas son conservadores, no son progresistas hay que entender que el mundo es global y que da igual ser de un país u otro.
¿La política española atraviesa un momento difícil?
Hemos pasado de hacer una política antigua a una viejísimas forma de hacer política. En vez de avanzar en el sentido que la gente nos pedía cuando se manifestó en la Puerta del Sol, hemos ido hacia un atrincheramiento que me da mucha pena. Tengo dos buenas amigas que antes eran parte del programa de radio y ahora están dedicadas a la política. Estas amigas son Manuela Carmena y Ada Colau. Las dos me cuentan el desánimo que sienten al ver que gente con la que se llevan bien critican lo que hacen en público pero después en privado les dicen ‘perdona pero en público tengo que decir esto’, ese doble juego y ese filibusterismo es terrible.