Que te despidan del trabajo al que has dedicado gran parte de tu vida es un mal trago difícil de superar. Pero si encima la razón por la que te echan es por haber trabajado más de la cuenta debe ser directamente insuperable. Hace unos días leía en diariodeibiza.es la noticia de Jean P., el gerente de un supermercado de Barcelona cuya dedicación y preocupación por tener «todo listo para la hora de apertura del centro» le ha llevado directamente al paro.
El hombre llegaba cada día entre 49 y 87 minutos antes de su hora de entrada y «trabajaba sin fichar» lo que la cadena de supermercados germana para la que trabajaba vio como un «incumplimiento laboral muy grave».
A veces lo que a ti parece que es lo correcto y lo mejor para los demás es totalmente lo contrario. En este caso, el súper alega que «cada minuto que se trabaja se paga y cada minuto que se trabaja debe quedar registrado» y además aporta que trabajar solo en el establecimiento está prohibido por «seguridad». Quién le iba a decir a este hombre, que llevaba más de doce años dedicados a esta empresa y a saber cuántos días y semanas acumuladas en horas no fichadas y no cobradas, que su implicación supondría su despido.
«Quién le iba a decir que su supuesta implicación laboral sería el motivo de su despido»
Cuando leo cosas así despierta una parte de mi mente que dormita pensando que todo lo que yo veo es lo que ven los demás. Está demostrado que esto no es así y que la misma realidad a cada uno le supone una experiencia distinta. Que la intuición propia es la que debemos seguir.
Que si actuamos para complacer a los demás y nos olvidamos de nosotros mismos saldremos, casi seguro, perdiendo. Que el ingenio y la creatividad son mucho más valiosos que la complacencia. Y que, además, nos llevarán mucho más lejos de lo que podemos ver. Que quizás hay que romper viejos patrones y desaprender inercias y creencias antiguas, como la de que si trabajo dos horas más cada día seré mejor trabajador.
Que los nuevos caminos tienen un nuevo entorno que va más por la eficiencia, la actitud, la seguridad y el bienestar del trabajador que por la ya antigua creencia de que el que antes llega y más tarde se va es necesariamente el que más aporta.