La dependencia tecnológica de la juventud es uno de los aspectos que más inquieta a un grupo de jubilados a la hora de vislumbrar la sociedad futura. Cada mañana pasan unas 300 personas por la Llar Eivissa, como los cuatro miembros de la junta directiva que están compartiendo desayuno. La presidenta, Maria Torres, recuerda que, en su niñez, «con una piedra ya había diversión garantizada jugando a la chinga, pero ahora no saben qué hacer sin ordenadores».
Para Josefa Espigares, la Ibiza actual se ha vuelto un lugar inseguro donde «no te fías ni de salir a la calle». «Antes podías dejar la puerta abierta y, dentro de unos años, será mucho peor como tomen medidas». También ve un futuro con más problemas Julián Álvarez, en este caso por la desproporción entre precio de la vivienda y salario, «que cada vez se acentúa más». «Faltan policías y médicos, cuando son los profesionales más necesarios en la isla», lamenta.
La antigua presidenta de la Llar, Nieves Planells, no comparte el tópico de que cualquier tiempo pasado fue mejor. «Las mujeres no pintábamos nada, no había vacaciones ni salíamos de la isla más que para ir al médico, no se disfrutaba de la vida», admite. Pero también observa aspectos preocupantes en la evolución que ha tomado Ibiza. «No podemos ir para atrás, pero avanzar como lo estamos haciendo no lleva a ningún lado y será un retroceso en la calidad de vida», advierte Planells.
«La tecnología nos cambia la manera de actuar y eso afecta a la forma de pensar»
«Tenemos la obligación de preservar el medio ambiente y nuestra cultura para garantizar el futuro de la isla, porque, si no es así, sobran sitios en el mundo tan bonitos o más», sentencia la expresidenta. Su sucesora en el cargo añade otro riesgo derivado de un supuesto colapso del modelo turístico: «Si los jóvenes de ahora tienen que volver a ganarse la vida como antaño, no sabrán adaptarse de ninguna manera sin sus maquinitas».
En la sede de la extensión de la Universidad de les Illes Balears (UIB), en la antigua Comandancia Militar, se nota que se encuentran en época de exámenes y trabajos finales por la escasa actividad que se advierte en sus pasillos. En uno de ellos, el que accede a la cafetería, intercambian apuntes Alejandro del Pozo y Mónica Díaz, dos estudiantes de Grado de Educación Primaria. No hay ningún papel sobre la mesa en la que se sientan frente a frente, sólo dos portátiles.
«La verdad es que somos más dependientes de las tecnologías desde que nos despertamos con la alarma del móvil y después durante toda la rutina diaria», admite Del Pozo. «La gente se ha acostumbrado a necesitar estimulación todo el rato con el móvil para no aburrirse», añade Díaz. Ambos coinciden en que la mayor amenaza para su bienestar es «la masificación de guiris, que destroza la isla». «Y las petrolíferas, que no las pongan, porque nos quedamos sin isla».
Dentro de la cafetería se encuentran dos estudiantes de Derecho, Alberto Granados y Pablo Cotaina, junto a una excompañera, Josefa Soria. Ella no duda en señalar como objetivo para el futuro «la preservación medioambiental, si no será imposible vivir». «Si no se empieza con políticas sociales y de distribución de la riqueza, el futuro lo veo muy negro en un sitio tan caro como Eivissa», añade.
También coincide su visión de la tecnología: «Seremos más dependientes, sobre todo de los móviles». «Leí que estamos recibiendo unos 36 gigas diarios por persona, lo que se dice infoxicación, intoxicación por exceso de información», apunta Cotaina, que ha renunciado a llevar redes sociales en el móvil para no estar pendiente todo el día de ellas.