El líder revolucionario Vladimir Ilich Ulianov, conocido por Lenin ha muerto (21 de enero) en Nizhni Nóvgorod, cerca de Moscú. Tenía 54 años de edad y fue el fundador de la Unión Soviética. Lenin se vio obligado a abandonar toda actividad política tras una serie de ataques de hemiplejía, el último de los cuales le fue diagnosticado en marzo de 1923, pero sus facultades intelectuales se mantuvieron intactas. El informe médico señala como causa del óbito una esclerosis cerebral.
Lenin comenzó a dirigir la política rusa desde 1917, cuando fue comisario del pueblo, durante la revolución de octubre.
Una vez dueño indiscutido del poder, hizo proclamar la ‘dictadura del proletariado’ que ocultaba en realidad la de su grupo, el partido bolchevique.
Nacido en Simbirsk en 1870, Lenin estudió derecho y ejerció como abogado en San Petersburgo; en esa ciudad, participó en la creación de grupos revolucionarios, lo que le valió un exilio en Siberia.
La concepción leninista de lo que debería ser un partido capaz de tomar el poder contribuyó, en 1903, a que el partido socialdemócrata ruso se dividiera en bolcheviques y mencheviques; la escisión se hizo definitiva en 1912. La fuerza política de Lenin surgía del hecho de que escogió como masa de maniobras para la toma del poder a una clase emergente, los trabajadores industriales.
Dueño de una innegable audacia, asumía compromisos o fomentaba rupturas en función de una estrategia de poder, sin perder de vista el objetivo que se había establecido.
Tras la muerte de Lenin, el poder real queda en manos de la ‘troika de los puros’, compuesta por José Stalin, León Kámenev y Grigori Zinóviev. Lenin recomendó al partido, que prescindiera de Stalin a quien consideraba “demadiado brutal”.