La Guerra Civil ha estallado en España al prosperar el golpe de Estado promovido por el general Francisco Franco –que había sido hasta hace poco comandante militar de Baleares– y otros cabecillas del Ejército, que se han sublevado contra el Gobierno republicano. En Ibiza y Formentera, donde parecía imposible sufrir los efectos de una guerra, el conflicto se está desarrollando con inesperada saña. Sólo en dos días, el 12 y el 13 de septiembre de este año, alrededor de 150 ibicencos han sido vilmente masacrados por soldados de ambos bandos.
En nuestras islas, los desgraciados hechos en los que aún nos encontramos inmersos comenzaron el 19 de julio, cuando las autoridades militares ibicencas se adhieren a la sublevación y declaran el Estado de Guerra en las Pitiusas.
Sin embargo, habrá focos de resistencia al golpe. La noche del día 18, un pequeño grupo de militantes de izquierda se apoderan de una importante cantidad de explosivos del polvorín de Cap Martinet. Además, el día 19, los trabajadores de la construcción, el puerto y Can Ventosa se declaran en huelga.
Pero el alcalde, Vicente Colom (PSOE), terminó forzado por los militares a cesar en el cargo y entregó su vara de mando sin oponer resistencia el día 20, pero visiblemente abatido.
Antes, en el Ayuntamiento, “Colom hubo de enfrentarse a sus propios correligionarios para contenerlos y para cortar probables conductas violentas. Lo consiguió, pero de aquel combate salió destrozado. Al atardecer abandonaba solo y llorando el Ayuntamiento, y cruzaba nuestra plaza”, ha manifestado el vecino de esta ciudad Enrique Fajarnés Cardona.
Mientras tanto, los militares ya estaban en la calle, practicaban numerosas detenciones de simpatizantes del Gobierno y militantes de izquierdas. Muchos de ellos, sin embargo, huyeron hacia los montes y permanecieron ocultos en los bosques o en casas de campo hasta la llegada de las tropas republicanas, el 8 de agosto.
Los soldados del Gobierno republicano llegaron en tres barcos que, después de recorrer la costa ibicenca, descargaron las tropas en Santa Eulalia y frente a Pou des Lleó. A primera hora de la mañana del día siguiente, las tropas entran en la ciudad de Ibiza, capitaneadas por Bayo y Uríbarry. Los soldados gubernamentales desembarcaron en Formentera el 7 de agosto.
Con la llegada de los republicanos, los simpatizantes huidos a los montes regresaron a la ciudad. Ahora eran los seguidores franquistas los que huían a las montañas para ocultarse de las posibles represalias de la República.
En las huestes republicanas se incluía un grupo de incontrolados extremistas reclutados en los bajos fondos de Barcelona y ex presos que ocasionaron todo tipo de desmanes en Ibiza. El ilustre poeta Rafael Alberti y su esposa María Teresa León, que se encontraban en la isla este verano, evitaron que estos soldados quemaran numerosos objetos del patrimonio religioso de la iglesia de Santo Domingo. Sin embargo, todas las demás iglesias fueron incendiadas y saqueadas.
Cuando Uríbarry y Bayo abandonaron la isla con sus efectivos, sólo quedaron en Ibiza los elementos más radicales, lo que causó gran preocupación entre los republicanos ibicencos, que se desmarcaban en todo momento de su estrategia violenta. Para empeorar las cosas, el 9 y el 10 de septiembre llegan dos barcos cargados con quinientos anarquistas de la FAI que implantaron un auténtico estado de terror en la isla. Ellos mismos editaron un bando en el que advertían “La columna Cultura y Acción, formada por elmentos de la CNT y la FAI, ha llegado a Ibiza para llevar a esta hermosa isla la paz y la organización en todos los órdenes. No somos hordas salvajes”.
El sábado, día 12 de septiembre, la aviación italiana con base en Mallorca bombardeó ligeramente la ciudad de Ibiza y fue rechazada con ametralladoras situadas en algunas de las azoteas de la ciudad (las del Gran Hotel, el edificio de Telefónica y Obras Públicas y en el Muro).
Pero al día siguiente, 13, tres bimotores italianos Savoia bombardearon duramente la ciudad, concretamente la zona del puerto y de la Marina. Según fuentes nacionales, este ataque pretendía completar el bombardeo del día anterior y causar el pánico entre los elementos rojos.
La acción costó unos 40 muertos. De ellos, 27 ó 28 se hallaban comiendo tranquilamente en la fonda Cires (calle Castelar), donde cayó una de las bombas. Carros repletos de cadáveres circulan por las calles desérticas. La desolación es total.
La población huye al campo y la ciudad queda sumida en el más absoluto abandono y desolación.
Pero aún no había llegado lo peor. A las nueve y media de la noche, como revancha por este bombardeo, un grupo de milicianos exaltados de la FAI subió al castillo, donde se encontraban detenidos unos 150 presos nacionales, que fueron salvajemente ametrallados. Los intentos de los republicanos ibicencos de evitar la masacre fueron en vano. Al final, unos cien presos resultaron muertos. Acto seguido, los milicianos abandonaron la isla en dirección a Valencia, saqueando en su huida todo tipo de casas, tiendas y bares.
Durante siete días, Ibiza quedó en el más completo de los abandonos, sin luz, agua, autoridades ni comunicaciones de ninguna clase.
El domingo, día 20, llegaron a la isla los “dragones de la muerte” del conde Rossi, con numerosas tropas nacionales. Estas fuerzas tomaron el castillo, la ciudad y toda la isla, que desde entonces permanece de parte de la sublevación franquista.
(Texto reelaborado)
Diario de Ibiza. 1936