Mercadillos de artesanía. Los grandes bazares de Ibiza

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Nada más cruzar la entrada de Las Dalias, junto a la carretera de Sant Carles, se encuentra la parada Cloud 9, uno de los doscientos puestos de este mercado hippy. Enric Llavayol, un turista barcelonés, se prueba alguna de sus camisas de lino con gravados artesanos: «Esta me encanta, pero a veces compro ropa que aquí llevo tranquilo y luego no me atrevo a poner en Barcelona, porque me dicen que doy el cante»

Enric repite visita al mercado cada temporada desde que empezó a veranear en Ibiza 25 años atrás. «Las Dalias es una gran familia, nos ayudamos entre todos y atender a gente de todo el mundo te convierte en una persona más abierta», explica Elena mientras cobra a Enric. «El momento que más me impacta cada verano es cuando llega una mujer completamente desnuda y tatuada de arriba a abajo, que siempre viene con un señor mayor y pone un pañuelo encima de los taburetes para sentarse», rememora Elena.

En su parada de «marionetas domesticadas» con formas animales, Hugo Podzamczer todavía se emociona cuando recuerda aquel «niño autista con silla de ruedas que se fijó en uno de los muñecos». «Le acerqué la marioneta y el padre hizo un gesto reticente, pero el niño sonrió y la cogió, eso me rompió y me emocioné con el padre». Hugo llegó en 1986, el segundo año del mercado, «con sólo 15 vendedores». «No había ni paradas, sino que la gente colgaba hamacas y telas por las paredes, anda que no ha cambiado esto».

En esa época todavía no se hacían masajes en el mercadillo, hasta que vino Ángela 15 años atrás. Un día le llegó una famosa cantante afincada en Ibiza «que pedía un masaje gratis». «Al final pagó, pero me dijo que la tapara porque quería hacerme creer que la seguían los paparazzi».

Sí que pasó un grupo de cámaras semanas atrás en el mercadillo de es Canar para «un reality show de una tele alemana», explica Lina Serra dentro de la Mercedes Benz con la que la pastelería Bonanza sirve sus helados desde 1968, cuando nació Baltasar Santacreu, la segunda generación del negocio familiar. En el mercado, Lina saca muchas anécdotas para poner los dientes largos a sus compañeros de Vila. «Al pastelero le cuento que tiene que venir conmigo, que aquí podrá ver mujeres desnudas, porque el otro día pasó una mujer sin nada de ropa y llena de tatuajes». «Sólo tenía un pañuelito en la cintura tapándole delante, pero con el culo al aire».

      HISTORIA      

Dos símbolos de la esencia hippy de la isla

Es Canar fue el mercadillo pionero en Ibiza, cuando en 1974 empezó a reunir cada miércoles en Punta Arabí a grupos de artesanos que, hasta el momento, vendían de manera improvisada por toda la isla.
Las Dalias, que ya funcionaba desde 1954 como sala de fiestas, en 1985 reconvirtió sus jardines en el tradicional mercadillo de los sábados. Con el tiempo, ha ampliado su oferta con el mercado nocturno todos los domingos, lunes y martes durante el verano.

La famosa clienta exhibicionista no es el único personaje reconocido que comparten Las Dalias y Es Canar. También está Joan Tur, el dinámico vendedor de las Hierbas Fluxà, que en los mercados se encuentra como pez en el agua charlando con cientos de turistas atraídos por sus licores autóctonos. «Me encanta el trato directo con la gente y, como están de vacaciones, disfrutan de un estado anímico de alegría que te acaban contagiando».

Tras 44 años de historia y más de 500 paradas en la actualidad, es Canar también conserva alguno de los artesanos emblemáticos de la isla, como el matrimonio peletero al frente de Ibiza Leather. Hoy atiende el negocio Oren. «Me encanta cuando llega algún turista que te reconoce, te muestra el cinturón que compró diez años atrás y te dice ‘es tan bueno que no necesito comprarte otro’».

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