“Ayer fue un día de luto en nuestra isla. La mayor catástrofe jamás producida en Ibiza se registraba ayer, al estrellarse en Ses Roques Altes, término municipal de San José, un avión de la Compañía Iberia que estaba realizando su aproximación al Aeropuerto de Ibiza finalizando su vuelo Madrid-Valencia-Ibiza.
No hubo supervivientes. A bordo viajaban 98 pasajeros y seis tripulantes.
El avión, al parecer, realizaban un vuelo con toda normalidad, estableciendo con toda regularidad sus contactos con la torre de control de nuestro Aeropuerto, a la que, al parecer, el piloto ya había comunicado su propósito de aterrizaje inmediato.
De pronto, se perdió todo contacto por radio entre avión-tierra, por lo que desde nuestro Aeropuerto se dio la señal de alerta general, disponiéndose inmediatamente la salida de los aviones del Servicio de Búsqueda y Rescate con base en Palma de Mallorca para que rastrearan la zona, aviones que llegaban poco después a nuestra isla. (…)
Las primeras noticias eran vagas. Se decía que el avión había caído en las inmediaciones de la isla Conejera, adonde salieron sobre las dos de la tarde, del puerto de San Antonio, cinco lanchas con voluntarios (…).
Don José Ribas Ribas, de Can Prim, casa situada en las inmediaciones de Ses Roques Altes, vio el avión aproximarse a dicha montaña, que se encontraba en aquellos momentos envuelta en una espesa niebla y con muchas nubes bajas, oyendo seguidamente una gran explosión. El señor Ribas Ribas acudió a la montaña, donde el espectáculo era en verdad dantesco.
Inmediatamente marchó a San José, donde comunicó la noticia al Cuartel de la Guardia Civil y a unos vecinos. Estos últimos, incrédulos ante la trágica noticia, marcharon a Ses Roques Altes, donde comprobaron la triste verdad de la misma. La explosión no fue oída en San José. (…)
El espectáculo que se ofrecía en Ses Roques Altes era en verdad alucinante, inenarrable. Los restos de los pasajeros y del avión estaban dispersados en pequeños fragmentos en una amplia zona de un kilómetro de radio. Ropas, revistas, restos del avión, equipajes deshechos, restos humanos diseminados. La documentación del avión, carnets. Un espectáculo que difícilmente olvidaremos. Troncos humanos decapitados, restos de vísceras, miembros humanos dispersos. Alucinante, sencillamente alucinante. Un cuadro de dolor que jamás olvidaremos. Enganchado en una rama de un árbol, unos restos humanos, unas toallas. Una paleta de albañil, en el mismo borde del acantilado. Un reloj parado exactamente a las doce y diez. Ropas de niños, un biberón, y restos del avión. Un motor entero. Los alerones de popa. (…)
El avión siniestrado era un ‘Caravelle’ matrícula ECATV y cubría la línea regular Madrid-Valencia-Ibiza. (…) El piloto del avión siniestrado, don José Luis Ballester Sepúlveda, conocía perfectamente nuestra isla, a la que había llegado en numerosas ocasiones.
(…) Entre los pasajeros del avión figuraban nueve niños de corta edad y dieciocho mujeres. (…) Si bien es difícil de precisar, creemos que puede cifrarse en unas doce o trece las víctimas ibicencas o de vieja radicación en nuestra isla (…)”.
(Texto original)
Diario de Ibiza.
8 de enero de 1972